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de mi vida... íDon Bosco de viaje en coches tan
suntuosos! Tiene gracia la cosa; se lo contaré a
mis muchachos.
El percance más notable sucedió en Mestre,
importante nudo ferroviario, no muy distante de
Venecia. Nuestros viajeros tenían que haber
enlazado con el exprés de Viena; pero perdieron la
combinación por haber llegado con casi una hora de
retraso. No hubo más remedio que seguir el viaje
una hora después con el tren ómnibus, que tardó
veinticuatro horas, en lugar de doce, para llegar
a Wiener-Neustadt, por lo que pasaron dos noches y
un día en el tren.
Don Bosco, que ya estaba cansado antes de
salir, aumentó todavía más su cansancio, pues no
pegó los ojos en toda la noche.
-íPaciencia!, exclamó sonriente. Así lo quiere
la Providencia.
Hacía un calor sofocante. En las largas paradas
no hubo manera de hacer tomar ningún alimento a
don Bosco; sólo don Miguel Rúa, escribe Du Bourg,
<>, dos
horas después del mediodía. El movimiento del tren
causaba molestias de estómago a don Bosco; por
eso, procuraba no tomar nada. En las paradas
ejercitaba las piernas, paseando arriba y abajo
por el andén de la estación con los brazos
cruzados ((**It16.338**)) al
dorso, según su costumbre en los últimos años de
su vida, para facilitar la respiración.
A pesar del cansancio, se esforzaba por aliviar
en el tren el aburrimiento del conde Du Bourg con
interesantes conversaciones. Como aún tenía
reciente el recuerdo de las impresiones recibidas
en Francia, contó muchas cosas de aquel viaje. El
buen Conde, repasando lo que había oído, hace en
su libro esta observación: <<>>Cómo explicar que
la corriente, tan humana y superficial, pudiera
adueñarse de un curita tan modesto en el porte y
en el aspecto y que hablaba una especie de
algarabía 1, que ni siquiera tenía la vehemencia y
el énfasis tan propio de los italianos? Y, sin
embargo, es un hecho innegable, aun cuando el
interesado no decía nada de ello. Y no me refiero
a la gente más o menos devota, que se lanzaba tras
él; sino que el entusiasmo, del que era objeto, se
extendía a todos. Los diarios más mundanos,
incluso el Figaro, contaban <> de sus
obras y de sus milagros>>.
Era una prueba de su irresistible fascinación
en ambientes mundanos la narración de dos
banquetes, que le ofrecieron la colonia rusa y la
polaca, residentes en París, y que él aceptó por
ser útiles a sus fines.
El anfitrión del primero, un príncipe ruso, para
mantener una apuesta
1 Algarabía o lenguaje incomprensible. Charabia
se llama al lenguaje popular en Francia, hablado
en Auvernia, antigua provincia del centro de
Francia, cuya capital era Clermond-Ferrand. (N del
T).
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