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((**Es16.285**) de mi vida... íDon Bosco de viaje en coches tan suntuosos! Tiene gracia la cosa; se lo contaré a mis muchachos. El percance más notable sucedió en Mestre, importante nudo ferroviario, no muy distante de Venecia. Nuestros viajeros tenían que haber enlazado con el exprés de Viena; pero perdieron la combinación por haber llegado con casi una hora de retraso. No hubo más remedio que seguir el viaje una hora después con el tren ómnibus, que tardó veinticuatro horas, en lugar de doce, para llegar a Wiener-Neustadt, por lo que pasaron dos noches y un día en el tren. Don Bosco, que ya estaba cansado antes de salir, aumentó todavía más su cansancio, pues no pegó los ojos en toda la noche. -íPaciencia!, exclamó sonriente. Así lo quiere la Providencia. Hacía un calor sofocante. En las largas paradas no hubo manera de hacer tomar ningún alimento a don Bosco; sólo don Miguel Rúa, escribe Du Bourg, <>, dos horas después del mediodía. El movimiento del tren causaba molestias de estómago a don Bosco; por eso, procuraba no tomar nada. En las paradas ejercitaba las piernas, paseando arriba y abajo por el andén de la estación con los brazos cruzados ((**It16.338**)) al dorso, según su costumbre en los últimos años de su vida, para facilitar la respiración. A pesar del cansancio, se esforzaba por aliviar en el tren el aburrimiento del conde Du Bourg con interesantes conversaciones. Como aún tenía reciente el recuerdo de las impresiones recibidas en Francia, contó muchas cosas de aquel viaje. El buen Conde, repasando lo que había oído, hace en su libro esta observación: <<>>Cómo explicar que la corriente, tan humana y superficial, pudiera adueñarse de un curita tan modesto en el porte y en el aspecto y que hablaba una especie de algarabía 1, que ni siquiera tenía la vehemencia y el énfasis tan propio de los italianos? Y, sin embargo, es un hecho innegable, aun cuando el interesado no decía nada de ello. Y no me refiero a la gente más o menos devota, que se lanzaba tras él; sino que el entusiasmo, del que era objeto, se extendía a todos. Los diarios más mundanos, incluso el Figaro, contaban <> de sus obras y de sus milagros>>. Era una prueba de su irresistible fascinación en ambientes mundanos la narración de dos banquetes, que le ofrecieron la colonia rusa y la polaca, residentes en París, y que él aceptó por ser útiles a sus fines. El anfitrión del primero, un príncipe ruso, para mantener una apuesta 1 Algarabía o lenguaje incomprensible. Charabia se llama al lenguaje popular en Francia, hablado en Auvernia, antigua provincia del centro de Francia, cuya capital era Clermond-Ferrand. (N del T). (**Es16.285**))
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