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no entra esto; aquí debe moverle a usted un motivo
de caridad. Está moribundo y le llama a usted un
príncipe, el jefe de una casa que ha servido
siempre a la Iglesia; y >>tendría usted el valor
de negarle este consuelo? San Francisco de Paula
voló a la cabecera del moribundo Luis XI; la
caridad hizo acallar toda consideración.
Pasó después a mostrarle que en Francia no se
le perdonaría que se negara a atender a aquél, a
quien muchos consideraban como legítimo soberano.
Don Bosco escuchó reflexionando y callaba. El
barón Ricci, que estaba casi siempre en
disposición de bromear, rompió el silencio
diciendo:
-Pronto veremos a don Bosco peleando con los
partidarios de la dinastía de Francia.
La <> 1 del enviado había
vencido; también Ricci había dado en el blanco.
-íBueno! íPaciencia!, exclamó don Bosco, que
ciertamente no se habría hecho rogar tanto para
acudir a la cabecera de cualquier pobre hombre.
Después, con su dulce, serena y amable sonrisa,
siguió diciendo:
-Me llegaron telegramas de Frohsdorf y respondí
con telegramas; me escribieron cartas y respondí
con cartas; ahora me han enviado una persona, y
respondo con mi persona.
La tranquilidad y naturalidad con que hablaba
pareciéronle a Du Bourg las de quien, ponderando
las cosas ante Dios, estaba dispuesto a cambiar de
parecer sin sombra de queja.
-Estoy a su disposición, añadió. Fije la hora
de la partida y comuníquemela.
Profirió las últimas palabras meneando la
cabeza de tal modo, que su interlocutor lo
interpretó como señal de mal agüero, como si
quisiera decir que él no tenía nada que hacer
allí.
Se concertó el itinerario, y se le propuso
partir aquella misma tarde a las siete. Era
viernes; el domingo siguiente ((**It16.336**)) debía
celebrarse en el Oratorio la reunión anual de los
antiguos alumnos seglares, y don Bosco no podía
faltar a ella. Habría querido, por tanto, aplazar
la salida hasta dos días más tarde; pero, ante los
razonamientos de Du Bourg acabó por admitir que,
dadas las circunstancias del caso, era demasiado
largo el aplazamiento, y puesto que había de ir,
lo mismo daba salir enseguida.
1 La frase es del abate Curé en su relación.
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