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nadie, como dijo después el huésped, podría haber
adivinado cuando oía buenas o malas noticias,
tanta era la calma y serenidad, siempre dibujadas
en su rostro.
Sucedió al francés un Director italiano,
procedente de Sicilia. Era, sin don Pedro
Guidazio, que llevaba cuatro años al frente del
colegio de Randazzo, el único de entonces en la
isla. Perseguido sin tregua por las autoridades
académicas por motivos sectarios, describía
dramáticamente en su pintoresco lenguaje sobre
todo las vejaciones del delegado provincial de
estudios. Don Bosco, después de oírlo todo, empezó
a hacerle oportunas sugerencias sobre la conducta
a seguir.
((**It16.322**)) -Y, si
esto no bastase, concluyó, dile que don Bosco
tiene mucha influencia y puede llegar hasta él.
Don Aquiles Ratti, buen observador, asistía a
aquella serie de relaciones, pero atendía
especialmente al comportamiento de don Bosco,
frente a aquella variedad de personas y de temas.
Semejante confianza, concedida a un huésped
desconocido, no se limitó a aquel caso, sino que
durante los dos días, que permaneció en el
Oratorio, don Bosco lo admitió en la intimidad de
la familia, tratándolo como a uno de los suyos y
dejándole en libertad para dar vueltas por la
casa, observar la marcha de todo y tomar informes
de lo que le viniese en gana. Lo cual no dejó de
producir en él una enorme sensación de estupor.
Mientras tanto, dos cosas son ciertas, a saber:
que aquel breve lapso de tiempo bastó a su ojo
sagaz para medir la personalidad de don Bosco y el
alcance de su misión, y que las palabras
escuchadas entonces y las impresiones recibidas no
se borraron ya nunca de la mente del futuro
Pontífice, como dan fe de ello sus reiterados
sentimientos, testimoniados lo mismo en privado
que en audiencias públicas.
No son muchas las palabras que sabemos le
oyera, pero sí las suficientes para hacer una
bonita colección. Don Aquiles Ratti llevaba una
amargura en el corazón; unas semanas antes había
recomendado a don Bosco un muchacho aprendiz que,
vencido por la nostalgia, se había escapado del
Oratorio.
-íCuánto siento, dijo él, que mi recomendado me
haya dejado tan mal! Le disculpa que es un
muchacho poco inteligente.
Pero don Bosco quiso en seguida rehabilitar a
su recomendado y le contestó sonriendo:
-En esa ocasión dio su primera prueba de
talento. Ya verá cómo sabrá arreglárselas y
abrirse camino en la vida.
La realidad confirmó el pronóstico; pero en el
momento don Aquiles Ratti no dio importancia a
aquella hipotética eventualidad.
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