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En aquel otoño hubo otra visita, que no hizo
ruido alguno en casa, pero que tendría
consecuencias de altísimo valor. Aquella vez don
Bosco estaba en casa. Presentóse a él un sacerdote
joven, esbelto, de ancha frente, aire de persona
dada a la reflexión, ponderado en el hablar y
respetuoso en los modales. Después de una
conversación que no se quedó en cumplidos, el
Siervo de Dios dijo a su visitante:
-Ahora ((**It16.321**))
querido don Aquiles, es usted dueño de casa.
Siento no poder acompañarle, porque estoy muy
ocupado; no puedo tampoco darle un guía, porque
todos están ocupados. Usted vaya de un lado para
otro y mire y observe cuanto quiera.
Don Aquiles Ratti, que hacía sus primeras
experiencias en la biblioteca Ambrosiana de Milán,
bajo la guía del doctísimo monseñor Ceriani,
deseaba conocer especialmente cómo estaba
organizada la escuela tipográfica del Oratorio y,
en general, cómo funcionaban las escuelas
profesionales. Le interesó muchísimo la
tipografía, con sus dependencias de fundición de
tipos y encuadernación. Cuando volvió a ver en el
comedor a don Bosco, éste le preguntó si había
visto algo bueno y el sacerdote contestó: Vidi
mirabilia hodie. (Hoy he visto maravillas).
Era la época, en que los Directores de las
casas iban a la casa madre para conferenciar con
don Bosco, exponerle su situación, sus deseos y
proyectos y recibir sus consejos y sus normas. El
Santo los recibía sencillamente en el mismo
comedor, inmediatamente después de la comida.
Cuando el huésped, a quien don Bosco detuvo para
tomar el café, advirtió que empezaban las
audiencias, mostró prisa por marcharse, pero don
Bosco le dijo:
-No, no; quédese, puede quedarse.
El primero que inició el coloquio fue un
Director de Francia. Don Bosco estaba de pie,
apoyado a la mesa. El tema de la conversación no
era todo él de cosas alegres; mas, por el aspecto
de don Bosco,
Besançon. Ingresó en la milicia eclesiástica,
después de la revolución de julio, y pronto llegó
a ser profesor de retórica y de historia en el
Seminario Menor de Estrasburgo, después en el
Colegio de Inilly. Como era elocuente orador y
tenía hermosísima voz, dejó la enseñanza para
dedicarse a la predicación. Cosechó aplausos en
París, Cambrai y Roma y mereció que el Padre Santo
Pío IX, que sabía apreciar los ingenios selectos,
le destinase, el 17 de enero de 1848, al gobierno
de la diócesis de Carcasona. Fue trasladado el 23
de marzo de 1855 a la diócesis de Evreux, que
necesitaba un hombre práctico y prudente, para
apaciguar las discordias y arreglar los asuntos, y
cumplió esta misión con tal espíritu de caridad y
de justicia que fue promovido el 18 de marzo al
arzobispado de Ruán, que gobierna desde hace
veinte años. Tiene noble aspecto, alta estatura y
modales muy corteses. El Santo Padre Pío IX lo
hizo y proclamó Cardenal en el Consistorio del 21
de diciembre de 1863 con el título de San
Clemente. Perteneció al Senado en el que se
mostró ardiente defensor del Poder temporal de los
Papas. Tenemos de él dos tomos publicados en 1875
con el título: Philosophie du Christianisme.
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