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don Bosco acompañó a madre e hija hasta la puerta,
diciéndoles que volviesen a su pueblo. Don Juan
Bautista Lemoyne que, como solía hacer desde algún
tiempo, iba cada tarde a pasar una hora en íntima
conversación con don Bosco, le encontró todavía
muy emocionado por lo sucedido y casi temblando.
Como se acercaban las Navidades, don Bosco
envió sus felicitaciones al Padre Santo por medio
del Cardenal Protector. Su Eminencia le contestó
el día veinticuatro: <>. No es para dicho lo mucho que
consolaban el corazón de don Bosco, después de las
pasadas angustias, estas repetidas muestras de
benevolencia por parte de León XIII.
Después de las fiestas navideñas, dio en casa
el aguinaldo, que con anterioridad había enviado a
los colegios. Consistía éste en dos avisos, uno
para los alumnos y otro para los hermanos. A los
primeros decía:
<> (de palabra y de obra).
A los segundos: <>.
No hemos narrado en este capítulo todo lo que
don Bosco hizo y dijo en el Oratorio desde su
regreso hasta el término del año; algo se dirá en
los capítulos siguientes. Mientras tanto, agrada
leer las impresiones que se llevaban del Oratorio
y ((**It16.317**)) de don
Bosco los huéspedes llegados de tierras remotas. A
los testimonios que ya hemos presentado añadiremos
uno nuevo, que apareció en cierto periódico romano
1. Un corresponsal de Treviso escribía: <>.
1 L'Amico del Popolo, 9 de diciembre de 1883,
en un artículo titulado: <>. Firmado por NOVELLI.
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