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y energía. Entonces seréis como leones invencibles
y podréis hacer mucho bien. Y después, complacuit
dare vobis regnum. Reino y no servidumbre,
tendréis el reino eterno.
La calificación tres veces repetida de <>
expresa, cual no podría hacerse mejor, la idea del
coadjutor salesiano. El coadjutor salesiano no es
el hermano lego de otros institutos religiosos,
que se llama hermano, pero en realidad tiene muy
poco de hermano, como tiene muy poco de servidor
quien, por cumplido, se profesa tal de palabra o
por escrito. Nuestro coadjutor es miembro vivo de
la familia. Ahora bien, en una casa todos los
miembros de la familia se llaman comúnmente amos y
como tales se diferencian de los siervos y de los
extraños. El coadjutor salesiano, ((**It16.314**)) pues,
está hermanado con sacerdotes y clérigos, se
encuentra al mismo nivel ante las personas de
servicio, los alumnos y los huéspedes, que, con
cualquier título, convivan o colaboren en nuestras
casas. Se apartaría mucho del pensamiento de don
Bosco quien supusiera que, con esta denominación,
atribuyera a los coadjutores un estado de
privilegio en la comunidad; don Bosco, por el
contrario, quiso indicar su total pertenencia a la
familia de la que forman parte y, por tanto, el
derecho que tienen al mismo trato que los
sacerdotes y clérigos. El grado de consideración
que se deriva de esta posición, los lleva
lógicamente a asumir posiciones decorosas en las
relaciones con los externos, a ser ejemplares en
la conducta dentro de casa, a sentirse solidarios
con los hermanos y a mostrarse fieles en las
respectivas tareas. De suerte que el apelativo de
<>, más que enorgullecer, debe preocupar
seriamente a todo buen coadjutor, que reflexiona
en el sentido de responsabilidad que tal atributo
supone e impone.
CONFERENCIA EN CASALE
MONFERRATO
Este año dio don Bosco la conferencia a los
cooperadores de Casale. Fue allí el día veintiuno
de noviembre desde Borgo San Martino, donde había
estado para la fiesta trasladada de san Carlos,
titular del colegio. Cuando llegó el momento de
subir al púlpito, el maestro de ceremonias
episcopal (puesto que monseñor Ferré quiso asistir
a ella) avisó a don Bosco que debía acercarse a la
cátedra episcopal para recibir antes la bendición
del Obispo. Naturalmente el Siervo de Dios se
apresuró a obedecer y hacer lo que siempre había
hecho en semejantes casos, pero Monseñor, casi de
golpe, dijo al maestro de ceremonias:
->>A qué tiene que venir don Bosco a que yo le
bendiga? >>No le piden a él la bendición los
Obispos?
(**Es16.266**))
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