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mañana siguiente, había pedido las luces del
Espíritu Santo sobre este asunto; que, mientras
tanto, siguiera tranquilo donde estaba y procurase
llegar a ser un buen salesiano.
También tomaba parte en los mencionados
ejercicios un clérigo del seminario de Magliano
Sabino. Un día le dijo don Bosco:
-Alégrate, vendrá otro seminarista de Magliano.
->>Quién es? >>Quién es?, preguntó ansioso el
recién llegado.
-Adivínalo.
-No sabría decirlo; dígamelo.
-Su apellido empieza por C y acaba en i.
-No sé acertarlo; ídígamelo!
-Vendrá Corradini.
Rogelio Corradini estudiaba entonces el cuarto
curso de bachillerato en el internado anejo al
Seminario y nunca había tenido la menor propensión
a hacerse salesiano. El clérigo escribió al
director Reverendo Daghero el dialoguito tenido
con don Bosco; se lo refirió de viva voz a
Corradini unos meses después, puesto que él no
perseveró y volvió a Magliano. Aquél ardía en
deseos por saber cómo había podido don Bosco
llegar a conocer su nombre; se lo preguntó algún
año después al mismo Santo, cuando fue al
seminario, pero el Santo le contestó:
-No importa saber cómo supe yo que ((**It16.312**)) irías.
Sigue mi consejo; si quieres venir conmigo,
tranquiliza a tu madre con alguna disculpa, y ven
a probar.
Estas palabras de don Bosco le dejaron
indiferente, pues, ni en sueños, quería hacerse
salesiano; era hijo único, de madre viuda, y no
pensaba dejar su diócesis de ningún modo. Pero, en
marzo de 1889, se insinuó en su ánimo aquel deseo,
que parecía tan lejos de sus aspiraciones, y se
apoderó de él de tal manera que, ordenado de
diácono, superó todas las dificultades de los
parientes y de los superiores diocesanos, y salió
para Turín. Mientras escribimos, don Rogelio
Corradini trabaja en la Inspectoría Romana.
EL
COADJUTOR SALESIANO
En el tercer Capítulo General, del que
hablaremos más adelante, se había determinado que
también los coadjutores hiciesen su noviciado
aparte. Esta deliberación se llevó a cabo con
admirable prontitud; en el siguiente mes de
octubre comenzaron la prueba de San Benigno
veintidós novicios aprendices, separados de los
demás de la casa. Tan pronto como quedó todo
organizado, don Bosco, que había
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