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((**Es16.263**) ->>Quiere saber algo más? -Basta, don Bosco. Y, así diciendo, le señalaba a don Juan Branda, que estaba todavía allí de rodillas, esperando la bendición. Aunque no hiciera ningún caso, aquellas palabras quedaron grabadas en la memoria de don Carlos Bellamy, que empezó a comprender la primera parte de ellas, cuando fue enviado de París a Marsella como maestro de novicios. Pero, mientras tanto, pensaba en la misión del norte, que le había anunciado en segundo lugar. Había venido a hacerse salesiano con la intención de ir a las misiones de Africa; pero, al ser nombrado en un principio director de la casa de París, esto es, en el norte de Francia, no podía comprender que aquello fuese una misión. Finalmente, cuando en 1891 fue destinado a Orán, en el norte de Africa, tuvo como cierto que así se cumplía la frase interrumpida de don Bosco. Don Bosco no se quedó después en San Benigno, pero volvió tres semanas más tarde, durante otra tanda de ejercicios, llevando consigo a otro sacerdote francés, deseoso también de hacerse salesiano. Al presentar al primero a don Julio Barberis, díjole el Siervo de Dios: -Aquí tienes una planta para trasplantar a nuestro jardín. Pero cuando estuvo a solas con don Carlos Bellamy, le dijo: -Ese otro no se quedará con nosotros. ->>Por qué?, preguntó don Carlos algo contrariado. -Es demasiado inconstante, le contestó don Bosco. Parecióle a don Carlos Bellamy un juicio atrevido, pues conocía perfectamente a su compañero. Pero los acontecimientos comprobaron la verdad de la predicción; en efecto, seis meses después aquél dejó el noviciado. Don Carlos Bellamy no había manifestado a su Obispo monseñor Ludovico Eugenio Regnault, la finalidad de su viaje a Italia. Así que, tan pronto como supo que quería ((**It16.311**)) hacerse salesiano, le escribió amenazándole con que, si no volvía inmediatamente a la diócesis, lo suspendería a divinis. Se lo notificó a don Bosco, que se encontraba en Niza presidiendo los ejercicios de los hermanos franceses. Este dirigió desde allí al Obispo de Chartres una cartita, en la que, entre otras cosas, decía que aconsejaría a don Carlos Bellamy que obedeciera a su Obispo y volviera a la diócesis para estar en ella hasta que el Señor inspirase al mismo Obispo que le permitiera seguir su vocación. La carta comenzaba con la palabra íGrandeur! La cartita desconcertó al Obispo, que contestó a don Carlos Bellamy diciéndole que, después de leerla, había pasado la noche sin dormir y, al celebrar la misa a la (**Es16.263**))
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