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->>Quiere saber algo más?
-Basta, don Bosco.
Y, así diciendo, le señalaba a don Juan Branda,
que estaba todavía allí de rodillas, esperando la
bendición.
Aunque no hiciera ningún caso, aquellas
palabras quedaron grabadas en la memoria de don
Carlos Bellamy, que empezó a comprender la primera
parte de ellas, cuando fue enviado de París a
Marsella como maestro de novicios. Pero, mientras
tanto, pensaba en la misión del norte, que le
había anunciado en segundo lugar. Había venido a
hacerse salesiano con la intención de ir a las
misiones de Africa; pero, al ser nombrado en un
principio director de la casa de París, esto es,
en el norte de Francia, no podía comprender que
aquello fuese una misión. Finalmente, cuando en
1891 fue destinado a Orán, en el norte de Africa,
tuvo como cierto que así se cumplía la frase
interrumpida de don Bosco.
Don Bosco no se quedó después en San Benigno,
pero volvió tres semanas más tarde, durante otra
tanda de ejercicios, llevando consigo a otro
sacerdote francés, deseoso también de hacerse
salesiano. Al presentar al primero a don Julio
Barberis, díjole el Siervo de Dios:
-Aquí tienes una planta para trasplantar a
nuestro jardín.
Pero cuando estuvo a solas con don Carlos
Bellamy, le dijo:
-Ese otro no se quedará con nosotros.
->>Por qué?, preguntó don Carlos algo
contrariado.
-Es demasiado inconstante, le contestó don
Bosco.
Parecióle a don Carlos Bellamy un juicio
atrevido, pues conocía perfectamente a su
compañero. Pero los acontecimientos comprobaron la
verdad de la predicción; en efecto, seis meses
después aquél dejó el noviciado.
Don Carlos Bellamy no había manifestado a su
Obispo monseñor Ludovico Eugenio Regnault, la
finalidad de su viaje a Italia. Así que, tan
pronto como supo que quería ((**It16.311**))
hacerse salesiano, le escribió amenazándole con
que, si no volvía inmediatamente a la diócesis, lo
suspendería a divinis. Se lo notificó a don Bosco,
que se encontraba en Niza presidiendo los
ejercicios de los hermanos franceses. Este dirigió
desde allí al Obispo de Chartres una cartita, en
la que, entre otras cosas, decía que aconsejaría a
don Carlos Bellamy que obedeciera a su Obispo y
volviera a la diócesis para estar en ella hasta
que el Señor inspirase al mismo Obispo que le
permitiera seguir su vocación. La carta comenzaba
con la palabra íGrandeur! La cartita desconcertó
al Obispo, que contestó a don Carlos Bellamy
diciéndole que, después de leerla, había pasado la
noche sin dormir y, al celebrar la misa a la
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