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Entre creer lo uno y creer lo otro, encuentro más
razonable mi creencia que la suya.
Mientras tanto, el tren moderaba la marcha, se
acercaba a una estación. La disputa había
terminado. Todos callaban. Don Santiago Costamagna
pidió permiso a don Bosco para terciar en la
cuestión.
-íComo quieras!, le contestó.
Entonces don Santiago, volviéndose al notario,
le dijo:
-Por lo visto usted quiere mucho a don Bosco.
-íSí, señor! Le quiero mucho. Es un hombre que
ha hecho mucho bien a la juventud.
->>Lo conoce?
-Personalmente, no. Pero le conozco por lo que
pregona la fama sobre él. He leído sus libros y he
visto sus casas de Francia, especialmente la de
Niza.
-Celebro que usted aprecie tanto a don Bosco;
sin embargo, le aseguro que no abe todavía lo que
don Bosco se merece. Mire, yo acabo de hacer tres
mil leguas de viaje y vengo de América únicamente
para ver a don Bosco.
->>De América?
-Sí; yo soy uno de sus hijos; ingresé en su
casa cuando era muy pequeño. Había perdido a mi
padre. El me hizo de padre y me prodigó todos los
cuidados posibles para mantenerme, instruirme y
educarme.
-íHa sido una gran suerte la suya!
-La misma suerte que yo tuvieron otros muchos.
Se puede afirmar que en cada ciudad de Italia hay
alguno que recibió sus beneficios cuando era niño,
y él sigue haciendo el bien a la juventud.
-Don Bosco es verdaderamente un gran hombre, es
un santo.
-Entonces, >>usted no lo ha visto nunca?
-Nunca.
->>Le gustaría verle?
((**It16.305**)) -Desde
luego, y con mucho gusto.
->>Y dice usted que quiere mucho a don Bosco?
->>Puede haber alguien que no quiera a ese
hombre? Le aseguro que siempre tuve la mayor
veneración hacia él.
-Pues bien, me siento tentado a hacerle ver a
don Bosco.
->>Tal vez puede enseñarme su retrato?
-íNo!, su retrato no, sino a él mismo en
persona.
-Entonces sería preciso que me llevase a Turín;
pero, en estos momentos, mis asuntos no me lo
permitirían. íY sin embargo, iría con todas mis
ganas!
(**Es16.258**))
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