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((**Es16.257**) después de saludar a los dos sacerdotes, fue a sentarse en un ángulo del coche; un notario, que se colocó en el lado donde estaba don Bosco de cara a la marcha y un viajante de comercio. Don Santiago Costamagna estaba frente a frente de don Bosco, de modo que sus rodillas se tocaban. El viajero entró con su cartera de viaje al hombro, una maleta de cuero en la mano, los bolsos repletos ((**It16.303**)) de papeles y diarios y cubierto con un sombrero de anchas alas, bajo el cual brillaban dos ojos que le daban un aspecto extraño. Saludó a los que ya estaban dentro, colocó su equipaje y después, con aire desenvuelto, sacó un periódico y comenzó a hablar, medio en francés y medio en italiano, mezclando vocablos de otras lenguas: -Señores, >>han oído la sorprendente noticia? El conde de Chambord ha curado. Este periódico cuenta cómo ha sido. Una muchacha se presentó un día al Conde y le ofreció una flor. Desde aquel instante, el Conde quedó curado. Es algo maravilloso, verdaderamente maravilloso. -Perdone, señor, replicó el notario, no fue exactamente así. ->>Cómo no? Los periódicos dan la noticia como cierta. >>Quién le ha curado entonces? -Don Bosco, el de Turín, con su Virgen. Don Bosco golpeó entonces con sus rodillas las de don Santiago Costamagna, acompañando la mirada con una sonrisa. Don Santiago hizo lo mismo, como para indicar que se iba a armar alguna. El tren volvió a ponerse en marcha en aquel momento. Encendióse enseguida una disputa entre el notario y el viajante, que era belga. El ruido del tren atenuaba en parte sus voces; pero don Santiago Costamagna estaba con cien oídos para seguir como podía su razonamiento. Por las palabras se echaba de ver que el notario era un buen católico y que apreciaba mucho a don Bosco; el belga, por el contrario, parecía algo incrédulo. En efecto, negaba que don Bosco hubiera podido curar al Conde, lo tachaba de impostor, de embaucador, y afirmaba que era superstición creer en los milagros y en las curaciones, de que se hablaba a menudo. Que eran patrañas y nada más que patrañas las cosas que se contaban de don Bosco. ->>Qué es, después de todo, la bendición de un cura? >>Y qué es un cura? íUn hombre como todos los demás! El notario, que le rebatía con razones contundentes, tuvo una salida muy oportuna. -Usted se contradice, señor. Protesta ((**It16.304**)) que no cree en la Virgen y cree en un ramito de flores; no tiene fe en don Bosco y, después, el poder que le niega a él, se lo concede a una muchachita. (**Es16.257**))
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