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después de saludar a los dos sacerdotes, fue a
sentarse en un ángulo del coche; un notario, que
se colocó en el lado donde estaba don Bosco de
cara a la marcha y un viajante de comercio. Don
Santiago Costamagna estaba frente a frente de don
Bosco, de modo que sus rodillas se tocaban. El
viajero entró con su cartera de viaje al hombro,
una maleta de cuero en la mano, los bolsos
repletos ((**It16.303**)) de
papeles y diarios y cubierto con un sombrero de
anchas alas, bajo el cual brillaban dos ojos que
le daban un aspecto extraño. Saludó a los que ya
estaban dentro, colocó su equipaje y después, con
aire desenvuelto, sacó un periódico y comenzó a
hablar, medio en francés y medio en italiano,
mezclando vocablos de otras lenguas:
-Señores, >>han oído la sorprendente noticia?
El conde de Chambord ha curado. Este periódico
cuenta cómo ha sido. Una muchacha se presentó un
día al Conde y le ofreció una flor. Desde aquel
instante, el Conde quedó curado. Es algo
maravilloso, verdaderamente maravilloso.
-Perdone, señor, replicó el notario, no fue
exactamente así.
->>Cómo no? Los periódicos dan la noticia como
cierta. >>Quién le ha curado entonces?
-Don Bosco, el de Turín, con su Virgen.
Don Bosco golpeó entonces con sus rodillas las
de don Santiago Costamagna, acompañando la mirada
con una sonrisa. Don Santiago hizo lo mismo, como
para indicar que se iba a armar alguna. El tren
volvió a ponerse en marcha en aquel momento.
Encendióse enseguida una disputa entre el notario
y el viajante, que era belga. El ruido del tren
atenuaba en parte sus voces; pero don Santiago
Costamagna estaba con cien oídos para seguir como
podía su razonamiento. Por las palabras se echaba
de ver que el notario era un buen católico y que
apreciaba mucho a don Bosco; el belga, por el
contrario, parecía algo incrédulo. En efecto,
negaba que don Bosco hubiera podido curar al
Conde, lo tachaba de impostor, de embaucador, y
afirmaba que era superstición creer en los
milagros y en las curaciones, de que se hablaba a
menudo. Que eran patrañas y nada más que patrañas
las cosas que se contaban de don Bosco.
->>Qué es, después de todo, la bendición de un
cura? >>Y qué es un cura? íUn hombre como todos
los demás!
El notario, que le rebatía con razones
contundentes, tuvo una salida muy oportuna.
-Usted se contradice, señor. Protesta ((**It16.304**)) que no
cree en la Virgen y cree en un ramito de flores;
no tiene fe en don Bosco y, después, el poder que
le niega a él, se lo concede a una muchachita.
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