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-íPapá, papá!
Era inútil. Entonces don Bosco le dijo:
->>Lo ve? Usted no quería ir con don Bosco y
ahora se ve obligado a ello.
El joven, desconsolado, rompió a llorar.
-Vamos, le dijo don Bosco, cálmese. En la
primera estación bajará y aguardará a su padre.
Don Santiago Costamagna le telegrafiará que usted
lo espera allí y, cuando él llegue en el tren
siguiente, volverán a encontrarse.
Y así lo hicieron.
Después de Bolonia, en la subida de los
Apeninos, sufrió una avería la locomotora ((**It16.302**)) y se
paró en medio de un túnel, obligando a esperar
hasta las once de la noche a que llegara otra. Don
Bosco, que se quedó solo en el departamento con
don Santiago Costamagna, le contó, desahogando su
corazón, lo mucho que había sufrido en las
cuestiones con monseñor Gastaldi y la violencia
que había tenido que hacerse para llevar a cabo la
última conciliación ordenada por el Papa 1.
-íTambién el Papa, exclamó, quiso cargar su
mano sobre los hombros de don Bosco!
Decía don Santiago Costamagna, al narrar estas
cosas, que don Bosco le desahogaba su corazón, de
la misma manera que podrían haberlo hecho san
Felipe Neri, san Alfonso de Ligorio y san
Francisco de Sales.
Cuando el tren reemprendió la marcha, paró en
la primera estación y los viajeros bajaron para
respirar un rato el aire libre. En aquel momento,
un señor francés, admirador de don Bosco, pero que
nunca lo había visto, hablaba de él en voz alta en
un corro y decía que iba a Roma y que, a la
vuelta, pasaría por Turín para verle, ya que en
París le había sido imposible lograrlo. Don
Santiago Costamagna, que lo estaba oyendo, le
dijo:
-Si desea ver a don Bosco, no necesita ir tan
lejos; íaquí lo tiene usted!
Aquel señor se acercó a don Bosco y, como fuera
de sí, se arrodilló a sus pies, sin preocuparse de
la gente que lo miraba, le agarró la mano y no
cesaba de besársela; su satisfacción lo
arrebataba.
Llegó el Santo a Pistoya, bendijo al enfermo y,
sin detenerse más de lo necesario, se apresuró a
volver.
En la estación de Piacenza, subieron tres
viajeros; un clérigo, que,
1 Véase vol. XV, cap. VIII.
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