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que debía rendirse. Tomó por compañero a don
Santiago Costamagna, recién llegado de Argentina.
Durante el viaje abundaron los episodios
interesantes.
A la ida, entre Parma y Bolonia, se encontró en
el tren con un señor, acompañado por un
cleriguito, hijo suyo. Dicho señor pensaba llevar
una hija suya al colegio de las Hijas de María
Auxiliadora en Nizza Monferrato, para que se
preparara los exámenes de magisterio. Tras los
primeros saludos, manifestó a don Bosco, a quien
no conocía, su decisión. Mientras tanto el
cleriguito que, con su ancha cara y sus grandes
ojos, parecía la sencillez y la ingenuidad
personificadas, hojeaba la Unit… Cattolica.
Aprovechando don Santiago Costamagna esta
circunstancia, entabló conversación con él, y pasó
después a hablar del Oratorio y de don Bosco y
acabó por invitar al clérigo a que fuera a Turín
con don Bosco. Entonces clavó el clérigo los ojos
en el sacerdote sentado junto a don Santiago y
preguntó:
((**It16.301**)) ->>Es
éste don Bosco?
-Sí, respondió don Santiago Costamagna.
-Papá, exclamó el clérigo, dirigiéndose a su
padre; el sacerdote con quien está hablando es don
Bosco.
-í>>Don Bosco?!, repitió el padre.
E inmediatamente se puso a hablar con él, muy
satisfecho por aquel encuentro. De pronto preguntó
don Bosco al clérigo:
->>Quiere usted también ir a Turín con don
Bosco?
->>Para qué?
-íPara estar con don Bosco!
->>Y por qué?
-Porque allí podría hacer mucho bien, trabajar,
dar clase, asistir, y, además, predicar, enseñar
el catecismo...
-Pero yo tengo que seguir mis estudios en el
seminario.
-También en Turín tendrá facilidad para
estudiar. Ea, decídase, venga con don Bosco; hay
sitio para usted.
-No puedo ir.
->>Por qué?
-Iría con gusto, pues aprecio a don Bosco; pero
quiero más a mi papá y no puedo separarme de él.
El padre escuchaba el diálogo sin decir palabra
y algo emocionado.
Mientras tanto, se paró el tren. Era un rápido.
Bajó aquel señor por alguna necesidad. Unos
instantes después, llegaba un larguísimo tren de
mercancías y se colocaba entre la estación y el
rápido, que silbó al punto y se puso en marcha. El
pobre viajero, con el paso cortado, no pudo
alcanzar su vagón. El hijo gritaba:
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