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Una conversación en torno a la catástrofe de
Casamícciola, tenida el tres de agosto, llevó a
don Bosco a observar que aquello era un ligero
indicio de la indignación de Dios. Recordando
después que, en tiempos antiguos, acudía allí la
gente juerguista de Nápoles y Roma, recitó unos
versos latinos compuestos por Boucherón, profesor
de elocuencia griega y latina en la Universidad de
Turín hasta 1838. Habíase hundido en Alessandria
el piso de un salón, mientras bailaban en él los
convidados a cierta boda judía, y el poeta hacía
hablar a las víctimas, que terminaban diciendo:
Laeti ludentes, damnata turba, in orcum trahimur
(mientras alegres nos divertíamos, nosotros,
chusma condenada, fuimos arrastrados al averno).
Don Bosco se detuvo comentando esta frase final.
Repitió después la narración de Plinio el
joven, que, con grandísimo peligro, en el desastre
de Pompeya y Herculano, pudo salvar a su madre, y,
alabando el piadoso acto de amor filial, dijo:
-Dios le habrá premiado, y no sólo en esta
vida. Los medios de salvación son infinitos en sus
manos.
De los fenómenos telúricos, pasó después a
razonar sobre los espacios intersiderales, tan
desmesurados que nuestra mente se pierde, y,
corroborando sus palabras con cifras sobre las
distancias de las estrellas más cercanas y de las
más distantes, visibles por nosotros, dio paso a
un recuerdo personal: -Cuando yo era más joven,
((**It16.300**)) dijo,
los sábados por la noche me estaba un rato en el
balcón, antes de retirarme a descansar en mi
cuarto, y contemplaba la luna, los planetas, la
distancia entre unos y otros, las distancias entre
éstos y las estrellas, su volumen y la inmensidad
del universo. Me parecía todo esto tan grande y
tan divino que no podía aguantar pensando en ello
y corría... (aquí los oyentes aguardaban en
suspenso qué iba a decir) corría a meterme entre
las sábanas.
Con esta inesperada salida que los hizo reír,
calmó la admiración, que en ellos había despertado
su cálida y elevada palabra.
VIAJE A PISTOYA 1
En la primera quincena de agosto, tuvo que
hacer un viaje a Pistoya. Un pariente del señor
Bufalmacchi se había vuelto loco y se esperaba que
la bendición de don Bosco lo curaría. Buscó él
todos los medios para echarse atrás, pero, al fin,
movido por la caridad, juzgó
1 Pistoya (Pistoia), ciudad italiana en los
Apeninos de la región Toscana. Centro comercial e
industrial con 93.500 habitantes, hoy en día (N.
del T.).
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