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Cuando Marietti se enteró de esto, se enfadó y
exigía que se mantuviese el contrato hecho o se le
indemnizase por su honor y por su interés, con la
cantidad de ochenta mil liras. Con respecto al
honor, le propuso el Ministro General que aceptara
la reimpresión del Breviario de la Orden, con lo
cual todos verían que no había ruptura, y él
podría obtener una buena ganancia con el encargo
de quince mil ejemplares. Marietti se negó en
redondo, y escribió al cardenal Bilio,
penitenciario mayor, pidiendo la facultad de
llevar al General a los tribunales del Reino. Su
Eminencia le contestó que había tribunales
eclesiásticos y podía recurrir a la Sagrada
Congregación de Obispos y Regulares. Marietti negó
su confianza en las decisiones de esta
Congregación, porque, ya en otra ((**It16.296**)) causa,
le había desestimado la demanda, y envió varias
cartas improcedentes al Cardenal, el cual se
indignó y no le contestó. El otro no desistió,
sino que acudió al tribunal de comercio de Roma
pidiendo reparación de daños por valor de ochenta
mil liras. El tribunal aceptó las conclusiones del
abogado florentino Feri y se declaró incompetente.
Marietti llevó la causa al tribunal civil, y éste
sentenció en su contra, condenándolo, además, al
pago de todas las costas del juicio.
En estos extremos, Marietti recurrió al Padre
Santo. Cuando el Papa se informó del estado de la
cuestión, ordenó al General que se entendiera con
don Bosco, para que se arbitrase una transacción
amistosa. El General que, de regreso de Francia,
se había parado en Turín, comunicó a don Bosco la
voluntad del Padre Santo. Con este motivo recibía
don Bosco el primero de julio la siguiente tarjeta
de visita: P. LUCAS ANTONIO TURBIGLIO, párroco de
Santo Tomás, Turín. Se encuentra de paso en Turín,
el Rvdo. Padre Bernardino de Portogruaro, Ministro
General de los Franciscanos, que desea saludar al
Rvdo. don Bosco >>podría recibirle mañana por la
mañana en el Oratorio? >>A qué hora? -1.° de julio
de 1883>>. Don Bosco hizo contestar: <>.
Oído el deseo del Papa, don Bosco se entregó
inmediatamente al estudio de la controversia. No
le resultó difícil obtener el asentimiento de
Marietti que, por ser un hombre muy devoto de la
Santa Sede, se declaró dispuesto a hacer lo que el
Papa quería. De este modo, gracias a la intensa
actividad, con que acostumbraba atender al
despacho de sus asuntos, al cabo de unos diez
días, logró formular las condiciones definitivas
del acuerdo. Es un documento, que, dentro de su
sencillez, revela toda la delicadeza, digámoslo
así, diplomática y, al mismo tiempo, toda la
caridad cristiana del Siervo de Dios.
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