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hombres, sin excluir a los que no piensan como
nosotros en materia de religión. Si alguno nos
hace la guerra, hay que decir que no nos conoce o
no sabe lo que hace, Nuestra obra sólo busca la
instrucción cívica y la educación moral de la
juventud abandonada o en peligro, para alejarla
del ocio, de la mala vida, del deshonor y, tal
vez, de la misma cárcel. Por tanto, >>qué hombre
sensato, qué autoridad civil podría impedírnosla?
He estado, como sabéis, últimamente en París y
hablé en varias iglesias para explicar la razón de
nuestras obras y, digámoslo francamente, para
sacar dinero, con que pagar el pan y el arroz para
nuestros jóvenes, que no pierden nunca las ganas
de comer. Pues bien, había entre los oyentes
algunos que sólo habían ido para conocer las ideas
políticas de don Bosco. Ya se sabe, unos suponían
que yo había ido a París para armar la revolución,
otros para buscar adeptos a un partido; y, por
eso, hubo personas de bien que temían realmente
que se me gastara alguna mala broma. Pero, desde
mis primeras palabras, se desbarataron todas las
ilusiones, se disiparon todos los temores y
dejaron a don Bosco en libertad para recorrer
Francia de punta a cabo.
No, de ningún modo, no hacemos política con
nuestra obra. Respetamos a las autoridades
constituidas, acatamos las leyes que se deben
cumplir, pagamos los impuestos y seguimos
adelante, sólo pedimos que nos dejen ((**It16.291**)) hacer
el bien a la juventud pobre y salvar almas. Si se
quiere, también nosotros hacemos política; pero
completamente inofensiva, más aún, ventajosa para
toda clase de gobierno. Se define la política como
la ciencia y el arte de bien gobernar al Estado.
Ahora bien, la labor del Oratorio en Italia, en
Francia, en España, en América, en todos los
países donde ya se ha establecido, puesto que se
dirige especialmente a ayudar a la juventud más
necesitada, tiende a disminuir los díscolos y
vagabundos, a mermar el número de los pequeños
delincuentes y ladronzuelos, a vaciar las
cárceles; tiende, en una palabra, a formar buenos
ciudadanos que, en vez de molestar a las
autoridades civiles, les servirán de apoyo para
mantener el orden, la tranquilidad y la paz en la
sociedad. Esta es nuestra política; es la única de
la que nos hemos ocupado hasta ahora y nos
ocuparemos en lo porvenir.
Y es precisamente este método el que ha
permitido a don Bosco hacer el bien, primero a
vosotros y, después, a tantos otros jóvenes de
toda edad y lugar. Y, además, >>para qué entrar en
política? >>Qué podríamos alcanzar con todos
nuestros esfuerzos? Nada más que imposibilitar,
tal vez, nuestra obra de caridad. La política de
hoy día puede considerarse como una locomotora,
que corre veloz sobre los raíles, arrastrando tras
sí un convoy, quizás hasta dar en un despeñadero y
en la ruina. >>Queréis colocaros en mitad de la
vía para pararla? Os aplastará. >>Queréis gritar
para espantarla? No oye y os desgañitaríais
inútilmente. Por tanto, >>qué hacer? Ponerse a uno
y otro lado y dejarla pasar hasta que se pare por
sí misma o la pare Dios con su poderosa mano.
Desde luego, tiene que haber en el mundo
quienes se interesen por la política, para
aconsejar, señalar los peligros y otras cosas;
pero no nos compete esta finalidad a nosotros
pobrecitos. Por el contrario, la religión y la
prudencia nos dicen:
-Vivid como buenos cristianos; trabajad por la
educación moral de vuestros hijos, enseñad bien el
catecismo. Esta, repito, es la conducta de don
Bosco, el cual es tan poco dado a la política que
ni lee los periódicos; que sea ésta también
vuestra conducta, queridos hijos míos...
A la fiesta del veinticuatro siguieron las dos
invitaciones a los antiguos alumnos seglares y a
los eclesiásticos, para el domingo, quince, y
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