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para el señor Obispo, alabanzas para la Francia
católica, augurios para los mayordomos, invitación
para tributar un aplauso al teólogo Margotti, allí
presente, valeroso director de la Unit… Cattolica
1.
((**It16.286**)) Uno de
los temas de conversación fue el viaje a París con
las correspondientes demostraciones que lo
acompañaron. El dejaba hablar; pero su humildad
supo encontrar oportunamente la manera de
manifestarse. A un comensal italiano, confidente
suyo, díjole en voz baja y riendo:
-íCuántas veces me encontraba embrollado sin
saber qué hacer!
El Obispo se quedó cuatro días en el Oratorio.
El último día dio las
buenas noches a los aprendices y terminó de esta
manera:
-Me voy con el corazón emocionado,
profundamente impresionado por todo lo que he
visto. Iré a la comarca de Venecia y hablaré de
don Bosco en todas partes, de su admirable
institución, de las majestuosas funciones
religiosas a que he asistido, de sus piadosos
alumnos y diré: -No es verdad que esté apagada la
fe, que haya muerto la piedad, que ya no se
celebren espléndidas funciones y que haya
desaparecido el sentimiento católico. No,
contestaré, id a Turín a la casa de don Bosco y
allí veréis que el culto sagrado es estupendo, que
los cantos os elevan a los cielos, que ochocientos
jóvenes practican la piedad y la religión de una
manera verdaderamente edificante (...). íAh, con
qué alegría me quedaría con vosotros y viviría
vuestra vida!
Las últimas palabras no expresaban únicamente
un piadoso deseo, como al poco tiempo se vio. Este
Prelado, hijo de familia condal, no perdió el
recuerdo afectuoso de don Bosco, del Oratorio y de
la vida salesiana; por lo cual en el mes de
agosto, después de madura reflexión, pidió
retirarse a la sombra del santuario de María
Auxiliadora. Tenía sesenta años. Estaba dispuesto
a dejar, si lo lograba, toda insignia episcopal,
para no distinguirse en nada del resto de la
comunidad y vivir como un súbdito más de don
Bosco. Pensaba que allí podría atender al
confesonario y dar instrucción religiosa. Tan
pronto como obtuviese del Santo una palabra de
asentimiento, presentaría al Papa
1 DU BOIS (obra citada, pág. 301). Escribe
sobre este brindis: <>. Algunos franceses se adhirieron a la
fiesta con cartas a don Bosco; entre otros, el
abate Engrand de Aire, que comunicó una gracia muy
grande (Apéndice, doc. núm. 73), y la señora
Quisard, que envió una cuantiosa limosna para la
iglesia del Sagrado Corazón (ibídem, doc. núm.
74).
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