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recompensa a cuantos prodigan sus cuidados en
favor de la juventud. Ella ama a la juventud por
estos motivos: porque es Madre, y las madres miran
con más ternura a los hijos todavía niños que a
los que ya son adultos, porque los niños son
inocentes, porque éstos son fáciles a dejarse
seducir y, por tanto, necesitan más compasión, más
ayuda y defensa y porque le recuerdan más al vivo
a Jesús, que pasó la infancia, la niñez y la
juventud bajo sus ojos. De aquí se deduce que
María ama y recompensa a las personas que atienden
al bienestar espiritual y corporal de los
jovencitos y les obtiene de Dios gracias
especiales.
-Mirad, dijo, esta iglesia. Hace pocos años,
había aquí un campo de maíz, judías y patatas.
Hacía falta una iglesia para reunir a los
jovencitos de estos barrios y de otros más
apartados. Pues bien, como estaba destinado a
atender a la juventud, ((**It16.285**)) que
necesitaba ser educada en el santo temor de Dios,
María concurrió de modo maravilloso, e hizo que se
levantara, diría yo, a fuerza de milagros
realizados en favor de los que aportaban su
limosna.
Contó algunos hechos prodigiosos, acaecidos
durante la construcción, y siguió diciendo:
-Y no se acabaron los favores de María, al
terminar la construcción, sino que, por el
contrario, siguen siendo más numerosos que antes.
Son cosas que hacen llorar de ternura.
Ultimamente, por donde yo pasaba, en Francia me
contaban curaciones inesperadas, pleitos y
discordias arregladas, conversiones y muchas otras
gracias obtenidas por intercesión de María
Auxiliadora por personas bienhechoras de la
juventud pobre.
La fiesta, retrasada por razones litúrgicas y
preparada con el mayor esmero, resultó una
imponente y suave desmostración de amor filial a
María Auxiliadora. íCuántas oraciones! íCuántas
comuniones! íCuántas misas! Cantos y ceremonias
eran ya el encanto de esta solemnidad. Pontificó
monseñor Segismundo Brandolini, Obispo titular de
Orope y auxiliar de Céneda. Los numerosos
forasteros, entre los cuales figuraba un escogido
grupo de señores franceses, quedaron edificados y
admirados. Fueron mayordomos de la fiesta dos
franceses. La señora Ferrand, parisiense,
bienhechora de don Bosco, y el escritor católico,
Alberto Du Boys, lionés, antiguo magistrado, que
acabó de madurar durante su estancia el plan de un
trabajo sobre don Bosco y sus obras 1. En la
comida, y para honrar a algunos huéspedes, don
Bosco pronunció un brindis en francés, con saludos
y acción de gracias
1 ALBERT DU BOYS, Dom Bosco et la pieuse
Société des Salésiens, París, Gervais, 1884.
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