((**Es16.24**)
-Gloria a Dios Padre, gloria a Dios Hijo,
gloria a Dios Espíritu Santo. A Dios que era, es y
será el juez de vivos y muertos.
Yo quise hablar, pero él, con la voz más
hermosa y sonora que se pueda imaginar, comenzó a
entonar solemnemente:
-Laudate Dominum omnes gentes, etc.
Un coro de millares de voces provenientes de
los pórticos ((**It16.17**)) y de la
escalera respondieron o, mejor dicho, se unieron a
él cantando:
-Quoniam confirmata est, etc., hasta el Gloria,
inclusive.
Varias veces hice un esfuerzo para abrir los
ojos y ver quiénes cantaban, pero todo fue inútil,
porque la intensidad y la viveza de la luz
obstaculizaba la visibilidad.
Finalmente se oyó cantar: Amén.
Terminado el canto, todo volvió a su estado
normal; pero no vi más a don Francisco Provera,
sino simplemente su sombra, que desapareció
inmediatamente.
Me dirigí entonces a los pórticos donde estaban
los sacerdotes, los clérigos y los jóvenes. Les
pregunté si habían visto a don Francisco Provera.
Y todos me respondieron que no. Les pregunté
también si habían oído cantar y me contestaron
igualmente que no.
Al escuchar tales respuestas, quedé un poco
mortificado y dije:
-Lo que he oído de labios de don Francisco
Provera y el canto que he escuchado es todo un
sueño. Venid, pues, a escucharlo que os lo voy a
contar.
Y lo conté como lo acabo de hacer. Don Miguel
Rúa, don Juan Cagliero y otros sacerdotes me
hicieron numerosas preguntas a las que di la
consiguiente respuesta.
Pero me encontraba tan cansado que apenas si
podía respirar y así me desperté. En aquel
momento, sonaron los cuartos de las horas y,
después, las dos de la madrugada.
También el cuerpo auxiliar de la Congregación,
a saber, la pía asociación de los Cooperadores y
Cooperadoras progresaba en número y unión. A este
tiempo pertenece una hoja poligrafiada, que se
enviaba a los decuriones parroquiales y directores
diocesanos, para que registraran en ella los
nombres y los donativos de los asociados, enviando
después todo al Oratorio 1; a los directores
diocesanos se les daban, además, otras
instrucciones por medio de una circular especial
2. Para los Decuriones se añadían diecisiete
Normas Generales, a la espera de que se compusiese
un manual expreso 3. El Boletín se iba
perfeccionando gradualmente y se convertía cada
día más, en el órgano eficaz de la Asociación,
mediante sus comunicaciones y sus informes sobre
las conferencias salesianas, que se daban en
muchos centros grandes y pequeños; sus necrologías
de Cooperadores insignes, sus listas mensuales de
Cooperadores difuntos. En la acostumbrada circular
del mes de enero, se habla de casi quinientos
cooperadores
1 Véase Apéndice, doc. núm. 2.
2 Véase Apéndice, doc. núm. 3.
3 Véase Apéndice, doc. núm. 4.(**Es16.24**))
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