((**Es16.237**)
explicando que él no sería mártir de la fe, sino
de la caridad. Esta explicación lo dejó tan
satisfecho que después le escribió, para
encomendarse vivamente a sus oraciones. Otros
invocaban bendiciones para la curación de los
enfermos o para la conversión de los pecadores;
algunos agradecían su visita y enviaban donativos;
muchos le recomendaban intenciones especiales 1.
((**It16.278**)) Hay
cartas, con fecha posterior al viaje y aun a la
vida del Siervo de Dios, que contienen recuerdos
de su estancia en Dijon. Es extraordinaria la de
un empleado. Había prometido a don Bosco el diez
por ciento sobre los eventuales aumentos de su
sueldo. Habiendo conseguido con el nuevo año un
aumento de cien francos mensuales, enviaba en
enero de 1884 la primera cuota, recordando siempre
con gratitud el encuentro.
Pero los recuerdos más conmovedores se
encuentran en las cartas de pésame escritas a don
Miguel Rúa en febrero de 1888. <>. La
señora Le Mire menciona la curación de su nuera,
obtenida por el <>, pero no tenemos
ninguna noticia de este hecho 2.
Una comunicación escrita recientemente nos
informa con todo detalle de un episodio acaecido
en Dijon e ignorado hasta ahora. Una noche fue don
Bosco a cenar en casa de señor de Charentenay,
óptimo cristiano, que invitó para una velada en su
honor a algunas señoras y señoritas, amigas de sus
hijas. Alrededor de las nueve y media, como
deseara retirarse el Santo, se acercó a aquellas
personas, que se levantaron y le abrieron paso en
el salón; el señor De Charentenay le daba el
brazo. Caminaba despacio y con dificultad. La
joven Enriqueta De Broin, algo tímida, estaba
escondida detrás de las compañeras, que aguardaban
en corro junto a la puerta. Don Bosco avanzaba sin
decir nada y sin detenerse con nadie, pero, al
llegar allí cerca de la salida, de pronto se
detuvo y levantando la cabeza para mirar detrás de
las espaldas de las otras, fijó la mirada en
aquella señorita y le dijo:
-Hija, usted piensa en la vocación y hace bien;
rece.
Salió después, bajó y se dirigió al coche.
La señorita De Broin no había dicho
absolutamente nada a nadie ((**It16.279**)) acerca
de las inquietudes, que le agitaban en torno a su
porvenir, por lo cual entonces, confusa,
desapareció de allí, sin que nadie supiera
1 Véase Apéndice, doc. núm. 71, A-E.
2 Véase Apéndice, doc. núm. 72, A-D.
(**Es16.237**))
<Anterior: 16. 236><Siguiente: 16. 238>