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subió al tren, tuvo que asomarse a la ventanilla
para bendecir a la muchedumbre, que aguardaba de
rodillas aquella gracia. Un periodista, que había
tomado asiento en su departamento, impresionado
ante un espectáculo tan nuevo, le hizo un donativo
y quiso que le inscribiera entre los Cooperadores
Salesianos. El corresponsal de cierto semanario,
aludiendo a la fama de sus milagrosas curaciones,
escribió que los mayores milagros eran dos: uno el
agolparse de tantas personas ávidas de ver y oír a
un pobre anciano y el otro el multiplicarse de las
conversiones 1.
También allí se tenía una confianza ilimitada
en sus oraciones. La señora de Franqueville pedía
la curación de su hija y se conformaba con que el
secretario de don Bosco le escribiese solamente:
<>, o bien <>; estas dos palabras la dejarían
<>. Otra señora, sentía no
haberse encontrado en Amiens, al paso de don
Bosco, y pedía una toute petite priŠre para ella,
angustiada por penas interiores, para el abuelo
enfermo, para otro miembro de la familia
necesitado de conversión, para los cinco hijos,
para el marido y para una hermana carmelita. Don
Bosco le hizo contestar que con gusto rezaría por
ella y por los suyos y que le enviaba su
bendición.
Vivía en Amiens una joven de diecinueve años
con su familia poco practicante y poco amiga de
dar. Aquel día se oyó en casa que don Bosco había
llegado a la ciudad y que visitaba a las personas
acaudaladas, pidiendo limosnas para las obras
salesianas y que ciertamente iría también allí.
Entonces la dueña dijo a la joven que no se le
podía dar nada y que, para no tener que contestar
con una negativa, no se dejaría ver; que hablara
ella a don Bosco y la disculpara. Efectivamente,
se presentó el Siervo de Dios con su secretario.
La joven lo recibió con todo el respeto posible y
le insinuó ((**It16.275**)) lo
mejor que pudo, que no había nada que esperar de
aquella casa. Don Bosco le miró y le dijo:
-Hija, usted tiene espíritu de prudencia;
consérvelo y Dios velará por usted. Tendrá que
esperar todavía mucho, pero ingresará en una
Congregación que nacía cuando usted nació; nos
volveremos a ver.
En efecto, la volvió a ver unos días después,
con otra familia y, señalándola a quien estaba a
su lado, dijo:
-La conozco... Dios vela por esta joven.
Aquella joven tuvo que esperar trece largos
años todavía para poder seguir su vocación, pues,
hasta 1896, no ingresó en las Hermanitas
1 La Semaine réligieuse de Niza, domingo, 21 de
mayo de 1883 (Apéndice, doc. núm. 69).
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