((**Es16.233**)
La señorita Josefina Pierson le consultó acerca
de su vocación y obtuvo esta respuesta: Le bon
Dieu vous appelle. (El buen Dios le llama). Sin
embargo, hizo contestar después a una carta suya
que se atuviese a cuanto le había dicho ya, pero
siguiendo el consejo de su confesor. La señorita
Delarue agradecía sus oraciones, que obtuvieron el
saludable efecto de una pacificación doméstica, de
la que parecían perdidas todas las humanas
esperanzas. El Arzobispo de Cambrai le agradecía
la visita hecha a aquella ciudad, y el haber
aceptado el orfanato ((**It16.273**)) de San
Gabriel; le suplicaba, además, que fuera a
bendecir a una benemérita señora de Lille, muy
enferma: <> 1.
En una carta escrita por una señora de Lille a
don Miguel Rúa, después de la muerte del Santo, se
aprecian los beneficios espirituales que producían
sus visitas a las personas enfermas; el dulce
recuerdo de sus consejos y de sus palabras de
aliento; la paciencia y resignación que le había
infundido para soportar una enfermedad, que la
torturaba desde hacía trece años; el cariño fiel y
generoso a las obras de aquél, que, sin embargo,
no le había obtenido la curación 2.
El día dieciséis de mayo partió de nuevo hacia
París. Hizo una parada en Amiens, donde había un
buen grupo de Cooperadores. Probablemente fue
huésped del vizconde de Forceville, que lo había
invitado 3, y que después le dio efusivas gracias
de la bonne visite 4. Celebró a las diez en la
catedral. Aunque es una iglesia muy grande, la
muchedumbre llenaba toda la nave central. Después
del evangelio, don Bosco subió al púlpito. Estaba
éste adosado a una gruesa pilastra, adornada en la
base por una estatua colosal de san Vicente de
Paúl, en actitud de levantar una mano al cielo e
indicar con la otra a un niño que está a sus pies;
pero, aquella mañana, los oyentes tenían la
ilusión de que el Santo francés de la caridad
quería abrazar con ambas manos al predicador
italiano de la caridad.
A primeras horas de la tarde, visitó un
Patronato. Enfermos y sanos no le daban tregua; se
paraban ante él muchas madres cercadas de sus
hijos y con el más pequeño en brazos; todos
imploraban su bendición. Era una lucha de manos y
pies para llegar a tocarlo. Una riada de gente lo
siguió acompañándolo ((**It16.274**)) a la
estación y, cuando
1 Véase Apéndice, doc. núm. 66.
2 Véase Apéndice, doc. núm. 67.
3 Habiendo leído en el Univers la inexacta
noticia de que don Bosco iría a Lille el día
treinta de abril, le había escrito allí en dicho
día, dándose por muy honrado de hospedarlo en su
casa.
4 Véase Apéndice, doc. núm. 68.
(**Es16.233**))
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