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((**Es16.232**) de las damas del Asilo, tan abarrotada de público que, para ir de la sacristía al altar, se requirió un largo cuarto de hora, porque a cada paso cercaba al Siervo de Dios un nuevo grupo de personas. <<íQué misa!, escribe el subdiácono de entonces. Era la misa de un Santo; su cara resplandecía con luz sobrenatural>>. De nuevo estuvo junto a él durante el sacrificio divino el joven religioso: fue en la iglesia de la Adoración, así llamada porque en ella estaba continuamente expuesto el Santísimo Sacramento. El mismo gentío, el mismo entusiasmo, la misma devoción que el día anterior y, para el joven religioso, la misma impresión de santidad. Estaba él dispuesto a seguirle hasta donde le fuese permitido, con tal de poder hablarle para pedirle un favor. Llegó el momento oportuno cuando el Santo volvió a la sacristía. Al oír su deseo, preguntóle don Bosco qué quería. -Tengo poca salud, respondió. Querría tener tanta fuerza que me bastase para poder ser enviado a las Misiones. Mi aspiración es llegar a ser misionero. -Hijo mío, le dijo amablemente don Bosco, ((**It16.272**)) recibirá esta gracia. Cada día, en la acción de gracias después de la misa, rezaré con este fin. íCosa singular! El hijo de San Ignacio, que hacía tiempo buscaba inútilmente la salud, recobró tan pronto y tanto las fuerzas que, al poco tiempo, fue enviado como profesor al colegio de Saint-Servais en Lieja, y al año siguiente, pasó a Saint Hélier, el gran Seminario francés de la Compañía, para seguir allí sus estudios y prepararse al presbiterado. Se hablaba mucho por aquellos años de las misiones jesuíticas en las Montañas Rocosas y le parecía al futuro levita sentir una voz interior que le señalaba allá, bajo el frío polar, el campo de su apostolado. Ordenado sacerdote, recibió la obediencia para las Misiones de la India, pero, el año 1894, los Superiores lo trasladaron a Alaska, donde fue nombrado Vicario Apostólico por la Santa Sede el año 1916. Seleccionamos alguna otra pequeña noticia sacada de varias cartas. El nueve de mayo celebró la misa en el monasterio del Sagrado Corazón, y las religiosas colocaron bajo el mantel del altar un papel en el que habían escrito sus intenciones particulares; el día doce, fue a celebrar a las Carmelitas y accedió a sus deseos, escribiendo unas palabritas con su firma al pie de unas estampitas que le presentaron: el día trece celebró la misa en la iglesia de San Esteban. Parece que visitó también el monasterio del Buen Pastor, el convento de las religiosas Franciscanas y el de las religiosas de Nuestra Señora del Socorro. (**Es16.232**))
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