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La religiosa encargada de gestionar la apertura se
encontraba en Lille, cuando pasó por allí don
Bosco, y le recomendó su plan.
->>Bajo qué título, preguntó, honraréis a la
Virgen en el nuevo monasterio?
La Superiora, después de pensarlo un momento,
contestó:
-Bajo el de la Virgen del Bosque, porque...
Don Bosco no la dejó acabar y añadió:
-Mejor será que la llaméis la Virgen
Auxiliadora. íLe gusta mucho a Ella prestarnos su
auxilio!
La propuesta agradó; y por eso, desde entonces,
se honra a la Virgen con esta advocación en el
monasterio de Ollignies.
En la visita que hizo al Asilo femenino de las
Cinco Llagas, le dijo la Superiora:
-Don Bosco, usted que hace milagros, obtenga
que se salven todas las que mueren aquí dentro.
-íMadre!...; se limitó a contestarle el Santo.
Y replicó la monja:
-Tenemos en casa una veneranda octogenaria
agonizando. Venga a bendecirla y a enviarla al
paraíso.
Don Bosco le rogó que le acompañara hasta ella.
Cuando estuvo cerca, la observó un instante,
recogióse después en oración y le dio la
bendición; volvióse luego a la Superiora y dijo:
-Ya está, Madre; su ruego ha sido escuchado.
En efecto, la buena anciana, apenas bendecida,
había entregado placidísimamente el alma a Dios.
No queremos pasar por alto un gracioso
episodio, sucedido en el colegio de las religiosas
del Sagrado Corazón. Le presentaron la alumna,
Germana D..., que pertenecía a una familia con
veintidós hijos. Como era muy pequeña de estatura,
temía que ello fuese impedimento para hacerse
religiosa; así que, al pasar delante del Siervo de
Dios, tuvo el valor de decirle:
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-Padre, >>quisiera usted rezar para que yo crezca?
-Hija, contestó el Santo, crecerá... pero en
otra parte.
Al poco tiempo, volaba la joven allá, donde
todos alcanzan la estatura perfecta.
Había entre las presentes una antigua alumna,
que se sentía llamada a abrazar la vida de sus
maestras y hubiera debido ingresar en el noviciado
el ocho de junio, día de su veintiún cumpleaños, y
su edad canónica; pero, atraída por las dulzuras
domésticas, pensaba esperar todavía. Don Bosco,
después de una platiquita, pasaba en medio del
auditorio, recibiendo los donativos que le
ofrecían y dando cada vez
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