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en la oración. El predicador comienza con una voz
que no es alta ni baja; tiene acento extranjero,
pero se expresa de manera fácil de entender; habla
con sencillez, sin alardes de elocuencia, sin
animarse siquiera, menos cuando trata de Dios, de
la religión y de salvar las almas. Ese sacerdote,
ese predicador es don Bosco>>.
((**It16.263**)) Los
orígenes de los oratorios y de los hospicios, la
fundación de las dos familias religiosas, las
Misiones de América, la pía Unión de Cooperadores,
la exhortación final a la limosna, fueron, como de
costumbre, el tema de su discurso. <>. El artículo concluye con
estas palabras: <>.
Todas las mañanas daba audiencia en el orfanato
de San Gabriel, después de celebrar la misa; allí
iban a recogerle para acompañarlo a visitar
enfermos o para ir a almorzar en casa de familias
distinguidas, que se disputaban el honor de
sentarlo a su mesa. Fueron tantas las
invitaciones, presentadas con antelación en la
administración del orfanato, que fue preciso hacer
una lista. Cuando se le enseñó la nota con la
indicación de los lugares, adonde día tras día
tenía que ir a las horas de las comidas, la leyó
con atención, y dijo después a don Miguel Rua:
-íMira qué horario! Yo esperaba una nota que
dijera: Hoy visita a tales iglesias, después
peregrinación a tal santuario; pasado mañana ayuno
y retiro; luego conferencia espiritual. Y en
cambio, fíjate: ícomida, comida y comida! Bendito
sea Dios.
No profirió estas palabras con tono áspero, que
no era su ((**It16.264**))
costumbre, sino con un aire de sencillez
resignada, que movió a risa a los presentes.
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