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para la tierra, sino para el cielo, emplean en el
acto los medios que a diario les suministra la
generosidad ajena, y no pierden el tiempo haciendo
cálculos. El mundo tiene en ellos confianza ciega
y los socorre tranquilamente, sin pensar en exigir
los balances de situación, que se hacen en los
asuntos de la ordinaria administración. Ministros
en grande de la caridad, operan bajo la inspección
de la mirada de Dios y, como quiera que la
izquierda de quien da no debe saber lo que hace la
derecha, le basta que no lo ignore aquél, que ve
en lo secreto, y así estos extraordinarios canales
de la beneficencia reparten sin interrupción sus
aguas, dejando a Dios el cuidado de medir la
cantidad.
En la historia de la Congregación la estancia
de don Bosco en París señala un momento de suma
importancia. Puede afirmarse que don Bosco y su
Obra hicieron entonces su presentación, en la
metrópoli intelectual de Europa, a ese mundo que
había de ser el campo de su actividad, y la
presentación resultó interesante y simpática.
Desde aquel momento, empezó a florecer en torno al
Fundador de los Salesianos una literatura
universal, que difundió su conocimiento entre los
hombres del saber, de la autoridad y de la
riqueza, abriendo a sus hijos los caminos del bien
en todas las partes de la tierra.
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