((**Es16.217**)
Padre de los huérfanos de Italia, venid; yo
llamo a las puertas de vuestro corazón, que ya ha
respondido a la voz de Europa y de América; aquí
está el Africa que os presenta a sus hijos
desamparados, tendiéndoos los brazos. Vuestra
caridad es tan grande como para poderlos recibir.
Estos niños son en su mayor parte de vuestra
Italia. Enviadles a vuestros hijos que, con voz
armoniosa, les hablarán, al mismo tiempo, de su
tierra y de la nuestra. Los amaremos juntos,
enseñándoles a bendecir el nombre de Dios y el de
Francia.
Hermanos, dad con abundancia a este santo
sacerdote; así daréis, al mismo tiempo, a las
misiones de Africa, porque don Bosco irá en su
ayuda.
Difícil sería decir si los presentes, a pesar
de toda su admiración por el eminente Prelado,
estuviesen realmente contentos oyéndole a él en
lugar de don Bosco; testigos oculares afirman que
todas las miradas no dejaron de seguir clavadas en
el ((**It16.254**)) Santo
que, recogido y modesto, estaba sentado frente al
púlpito; y que, aun cuando oía el panegírico de su
persona, no se alteró lo más mínimo. Después se
levantó, dio unos pasos hasta la balaustrada, se
inclinó hacia el Cardenal y, haciendo señas con la
mano de que quería hablar, dijo:
Me encuentro en un verdadero apuro y en una
gran confusión. Tendría que poder contestar de una
manera conveniente al señor Cardenal; mas, para
ello, necesitaría su elocuencia, y yo no sé
hablar. Sin embargo, es preciso a todas luces que
hable a Su Eminencia y le agradezca los elogios
hechos a mí y a mis obras. Debo decir, ante todo,
que muchas de las cosas dichas en torno a mi
persona no son del todo exactas. El las ha mirado,
a través de la bondad de su corazón y, ya lo
sabéis, cuando se examinan los objetos pequeños al
microscopio, éstos toman grandes proporciones y
parecen inmensos.
Agradezco, con todo, a Su Eminencia sus
atenciones. El señor Cardenal ha sido siempre un
padre, un bienhechor y un amigo para la familia
salesiana. Por lo tanto, nuestra gratitud es
ilimitada y, si podemos hacer algo por las
grandiosas obras de Su Eminencia, lo haremos.
Estoy en sus manos, Eminencia, para realizar en
Africa todo lo que la divina Providencia me pida.
Sí, Eminentísimo señor, sí; esté persuadido de
que, si podemos hacer algo en Africa, toda la
familia salesiana está conmigo a disposición de Su
Eminencia. Enviaré allá a mis hijos; enviaré
italianos y franceses.
Hermanos, ya sabéis que nosotros vivimos de
limosna y que nuestras obras se sostienen por la
caridad; en este momento, por medio de la caridad
francesa, de la caridad parisiense. Ya he visto
que Francia es siempre la gran nación católica,
siempre dispuesta y generosa a ayudar las obras de
beneficencia; por consiguiente, estamos llenos de
gratitud por la colaboración que ya habéis
prestado y que seguiréis prestando a nuestras
casas de caridad.
El biógrafo del Cardenal escribe 1: <(**Es16.217**))
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