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((**Es16.210**) mínima parte del numeroso auditorio; todos, sin embargo, escribe Aubineau 1, <>. La Gazette de France refirió, en el número extraordinario ya mencionado, las brevísimas palabras que pronunció y que nosotros presentamos traducidas 2. Veo con gran satisfacción esta muchedumbre de buenos católicos, tan bien formados en esta parroquia en la práctica de la religión. La religión es el único y sólido alivio en las miserias y aflicciones de esta vida; sólo ella nos asegura, además, la felicidad después de la muerte. Seguid siendo fieles a ella y, para eso, comulgad con frecuencia. Perseverad en vuestras tradiciones de generosa caridad para todas las obras buenas. La más importante es la educación cristiana de la juventud. Empezad por vuestras propias familias; educad bien a los hijos. Dad buenos consejos a todos los que podáis conocer. Si hay a vuestro lado algún huérfano, dispensadle particularísima atención, enseñadle a servir a Dios, ayudadle a evitar las tentaciones del vicio. Siento no poder exponeros la obra, para la que yo vengo a pediros limosna. Consiste en recoger a los niños huérfanos y vagabundos para hacer de ellos buenos ciudadanos y buenos cristianos. Con la gracia de Dios y merced a la protección de la Santísima Virgen, hemos podido recoger y educar a cientos de millares de estos niños pobres y abandonados. Vuestras limosnas me servirán para continuar y desarrollar esta obra buena. Así obtendréis vosotros las bendiciones de Dios. Cuando entréis en el Cielo, El os mostrará las almas, que también vosotros habréis contribuido a hacerlas entrar. Entonces comprobaréis la verdad de las palabras: Animam salvasti; tuam praedestinasti; quien salva una alma, asegura su propia salvación. ((**It16.246**)) No mencionó la eficacia de la obra parroquial por puro cumplido; conocía él muy bien la fama de la parroquia de San Sulpicio, por su espíritu de fe y de piedad, que le ganó el título de reina de las parroquias. Seis sacerdotes salieron en seguida a hacer la colecta. La comunión sólo duró media hora, porque le ayudaron varios sacerdotes. Daba pena verlo bajar del altar y encaminarse a la sacristía entre algunos, que iban a porfía para sostenerlo. Un anciano venerando se arrodilló a su paso, le agarró la mano y la puso sobre la cabeza de sus dos hijos, como prenda de bendición del Cielo. Al mediodía estaban todavía atestados de gente los accesos a la 1 L. C. pág. 34. El autor traslada erróneamente la fecha, diciendo que la misa en san Sulpicio fue el dos de mayo. 2 Visita sacada del diario, mencionado en el capítulo anterior, de la monja redentorista de Landser (Alsacia), feligresa entonces de San Sulpicio (Apéndice, doc. núm. 59). (**Es16.210**))
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