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((**Es16.203**) precisamente al borde del abismo). Poco más tarde tuvimos que organizar escuelas diurnas. Cuando iba por la ciudad, y me encontraba con algún muchacho sin medios de vida, le preguntaba: ->>Quieres trabajar? -Sí, me contestaba; pero no sé adónde ir. -Yo te lo indicaré. -No me recibirán, porque voy hecho un andrajo. -Ven conmigo, y te vestiremos. Y todos me seguían con gusto. Esa es la historia de la fundación de nuestros oratorios, convertidos en hospicios u orfanatos. Más adelante vimos la necesidad de preparar honrados trabajadores ((**It16.237**)) para el campo y en Italia, en Francia y, sobre todo en España y en América, organizamos orfanatos agrícolas. El feliz éxito de nuestros esfuerzos en la educación de los jóvenes nos indujo a intentar las mismas obras para las jóvenes y, gracias a la fundación de las Hijas de María Auxiliadora, pudimos lograrlo. La historia de nuestras obras sería demasiado larga; me limitaré a responder a la pregunta que interiormente me hacéis. >>Es satisfactorio el resultado obtenido? Puedo responder que sí. Nuestras casas se han multiplicado por Italia, Francia, España y, especialmente, por América. Ciñéndome a hablaros de lo que toca a Francia, os diré que tenemos en Niza una casa con doscientos treinta muchachos. En La Navarre, distrito de La Crau, hay ciento veinte jóvenes internos que se dedican a las labores del campo. En Saint-Cyr, entre Tolón y Marsella, tenemos un amplio orfanato para niñas pobres y abandonadas. A más de la iglesia y la escuela, donde están todas juntas, aquellas muchachas atienden a las labores propias de su condición. Durante el día, trabajan en la horticultura; por la tarde, se dedican a la costura. Nuestra casa de Marsella tiene trescientos internos, y más de ciento cincuenta externos solicitan la admisión. (Por desgracia falta local, a pesar de haber construido amplios edificios. Debido a ello tenemos elevadísimas deudas que hay que pagar. Pero nos llegará la ayuda, porque hemos trabajado sólo para gloria de Dios, bien de la sociedad y salvación de las almas). A medida que nuestras casas han ido desarrollándose, hemos comprobado, por una parte, que muchos de nuestros huérfanos tenían especialísimas aptitudes para los estudios literarios, y, por otra, nos hemos visto en la necesidad de aumentar en notables proporciones el número de nuestros catequistas, maestros, y asistentes. (Gracias a Dios hemos podido crear una obra nueva, que ha remediado nuestras necesidades conciliando el interés personal de nuestros jóvenes con el interés social; y así hemos organizado en nuestra casa cursos superiores de enseñanza). En poco tiempo hemos formado un número discreto de maestros y asistentes para las clases inferiores. Dios ha bendecido la perseverancia de nuestros esfuerzos y ya hemos proporcionado a la Iglesia y a nuestras obras un número muy grande de sacerdotes, que dirigen nuestras casas con todo el celo que se puede desear. En cuanto a los jóvenes que no son llamados por vocación al sacerdocio, hemos seguido favoreciendo su educación según sus aptitudes. Nuestra obra continúa, pero ya hace tiempo que, lo mismo en Italia y en América que en Francia, nuestros jóvenes huerfanitos ocupan puestos distinguidos en las universidades y academias. Han encontrado, gracias a nosotros, cátedras de letras, de (**Es16.203**))
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