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organización de las escuelas libres y el Instituto
Católico. Por lo cual, el ofrecimiento de una
colecta en una de las iglesias más ricas de la
capital se ((**It16.233**)) debía
considerar como un signo de gran favor, de un
favor tan señalado que tal vez no tenía igual.
Los periódicos del día veintiocho anunciaron la
conferencia con amplios informes en torno a la
vida y las obras del conferenciante 1. A las tres
de la tarde tenía que empezar la conferencia;
pero, ya desde la una, había había mucha gente
esperando y no era solamente gente del pueblo. La
suerte que corrieron el día anterior los de última
hora, que quedaron inexorablemente fuera de la
puerta, había enseñado cómo se debía hacer para
lograr dentro del templo un puesto cualquiera, si
lo había.
Como se preveía una concurrencia excepcional,
se sacaron fuera todos los muebles no
estrictamente necesarios. Los hombres llenaron
hasta el coro, ocuparon incluso los peldaños y la
tarima del altar. Tuvieron que sudar lo suyo los
que abrieron paso al Siervo de Dios entre la masa
de gente. Hubo, entre otros, un señor de alta y
vigorosa estatura, que se le ofreció para aquel
servicio desde la entrada. Al apearse don Bosco
del coche, aquel señor le dio el brazo para
sostenerlo y defenderlo del gentío que lo oprimía.
El Santo, creyendo que era francés, quiso
agradecérselo; pero aquél le preguntó en puro
piamontés, cómo se encontraba. Don Bosco le miró
sorprendido gratamente pero sin conocer quién era.
->>No me conoce?, preguntó aquel señor. Y, sin
embargo, nos vemos de vez en cuando.
-En este momento, contestó don Bosco, tengo la
cabeza cansada... No sabría...
-íSoy turinés... Buscaglione!
-íAh, ahora sí que le conozco!
El comendador Buscaglione era profesor en la
Universidad de Roma, director de la agencia
Stéfani, cónsul de España y Gran Oriente de la
masonería turinesa, pero apreciaba mucho a don
Bosco y procuraba en la enseñanza respetar la
conciencia de los alumnos. Cuando cayó enfermo en
Nápoles, ((**It16.234**)) fue
asistido por monjas y, pocas horas antes de
expirar, mandó llamar a un sacerdote. Sus
relaciones con don Bosco le habían hecho un gran
bien.
1 Como muestra de los artículos que aparecieron
en los periódicos de aquellas semanas parisienses
sobre don Bosco, presentaremos a su tiempo y lugar
algunos en el Apéndice. Comenzamos aquí con el
artículo que publicó el católico Univers el 20 de
abril (Apéndice, doc. núm. 55).
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