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donde estuvo la librería Josse; en ella celebró
don Bosco. Al salir, se le paró delante una pobre
enferma, colocada en un sillón de ruedas. La había
llevado hasta allí un hombre, que hoy goza de fama
universal en el mundo de los doctos, el
historiador de la Bastilla, Funk-Brentano, del
Instituto de Francia. El mismo contó recientemente
el hecho 1.
Hacía muchos años que la señora Gérard pasaba
sus días clavada e inmóvil en una camilla. La
madre del historiador, que era una mujer de fe y
piedad, experimentaba siempre viva compasión al
verla en aquel estado; enterada de los milagros
que se atribuían a don Bosco, pensó en la pobre
desvalida. >>Pero, cómo llegar hasta él? Un buen
día fueron los vecinos a decir que don Bosco
celebraría la misa, a la mañana siguiente, en la
cercana iglesia de Jesús. Había llegado el momento
de intentarlo. Envió sin más al hijo a alquilar un
sillón de ruedas; díjole después que acomodara en
él a la enferma y que empujara aquel vehículo
hasta donde estaba don Bosco.
((**It16.223**)) El
joven estudiante, que cursaba estudios en la
escuela de paleografía, dejó a un lado los códices
medievales y puso las manos en aquella buena obra.
Con delicadas precauciones y ayudado por los
amigos, bajó hasta la calle a la paciente, cuya
enfermedad no sabe él ahora cuál fuese; la colocó
sobre el sillón de ruedas y muy despacito la
empujó hacia adelante, como hacen las niñeras en
los jardines públicos con los cochecitos de los
bebés. Aguardaron en la puerta de la iglesia a que
terminara la función. Finalmente salió don Bosco,
acercóse a la señora Gérard, que le contó en pocas
palabras la historia de su enfermedad y le
manifestó toda su esperanza. El Siervo de Dios
rezó con ella una oración y le dio la bendición.
Entonces, en un instante, la mujer se sentó, dio
un brinco, se puso de pie y echó a andar. Le costó
mantener el equilibrio a los primeros pasos; pero
después, fuera de sí por la alegría, volvió casi
corriendo a su casa.
Don Bosco ya se había marchado y Brentano
estaba todavía allí pasmado junto al sillón vacío,
hasta que se decidió a desandar el camino por
donde había venido y devolver el sillón a su
madre. La curación fue completa y duradera.
Durante mucho tiempo volvió a ver cada mañana a la
señora del milagro encaminarse al Gayne-Petit,
gran almacén de novedades, donde había encontrado
colocación.
Hay una relación de la condesa Riant, sin más
indicaciones que el día de la semana. Hacía
algunos años que el Conde vivía alternando la cama
con la camilla. Don Bosco le visitó y le bendijo
y, después de
1 Véase Bulletin Salésien, octubre de 1930.
(**Es16.192**))
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