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para llegar hasta usted sin lograrlo. Le suplico
de rodillas que me dé esta esperanza para pasado
mañana por la mañana y le guardaré eterna
gratitud>>.
No sabemos la fecha exacta de la visita que
hizo a la escuela de Santa Genoveva, en la calle
Lhomond. Era un gran colegio de Jesuitas, que
tenían allí un instituto superior clásico, donde
preparaban a la juventud especialmente para las
academias militares. Después de la expulsión, los
Jesuitas habían cedido el puesto a sacerdotes
seculares, entre los que se hallaba el abate
Odelin, con el cargo de capellán; sin embargo, el
presidente de ministros, Jules Ferry, había
autorizado para seguir en el colegio a dos
celebridades, los padres Cosson y Joubert, a fin
de que el instituto no perdiera el alumnado.
El capellán Odelin, que tomó parte en el
recibimiento y guarda todavía vivo recuerdo del
mismo, cree que fue en mayo 1. Don Bosco se
encontró con los alumnos reunidos en el locutorio.
Como tenía ante sí a jóvenes de familias
acaudaladas, les habló del gozo que nos
proporciona ocuparnos de los desvalidos y les
exhortó a cumplir siempre los deberes que les
imponía su condición social, conservando intacta
la fe de sus padres y de sus profesores. Al
despedirse, el hijo de un general del Imperio, a
quien el tartamudeo podía obstaculizar la carrera,
se echó a sus pies como ante un santo, y, con
acento que califica el capellán de inolvidable,
exclamó:
-Padre, confío en usted. Se lo suplico,
ícúreme!
Y le contestó don Bosco:
-Hijo, confíe en Dios; ((**It16.222**))
pídaselo, y El le curará.
Es una escena verdaderamente evangélica, pero
que nos deja con el deseo insatisfecho de saber
cuál fue el final.
Desde allí llevóle monseñor Odelin a visitar el
Instituto Católico. Durante el trayecto de diez
minutos en coche, don Bosco ponderaba la
importancia de la enseñanza superior, sobre todo
para los sacerdotes, e hizo esta reflexión:
-No hay nada más penoso para un sacerdote que
tener que tratar con una conciencia enredada.
Muchos estudiantes eclesiásticos y seglares
rodearon familiarmente al <>.
íLástima que nuestro Monseñor volviera en seguida
a la calle Lhomond y dejara allí a don Bosco con
el secretario!
Hay otra visita, cuya fecha exacta ignoramos, a
la que siguió un gran prodigio. En la calle SŠvres
está la iglesia de Jesús, cerca de
1 Véase Semaine religieuse de París, 8 de
febrero de 1930 y Bulletin Salésien, de mayo del
mismo año.
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