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apiñadas a la puerta de casa. Fue un desfile
interminable de sanos y enfermos, de Versalles y
de otras partes.
Una familia, amiga de don Bosco y de las
Agustinas hospitalarias de Versalles, logró que el
Santo visitase su casa de San Martín. Llegó allí
donde ya le esperaban las religiosas, las señoras
que vivían con ellas, las enfermas y una multitud
de personas de la ciudad, que llenaban el claustro
desde la puerta de entrada hasta la de la iglesia.
Había también enfermos que deseaban recibir su
bendición. Abrióse paso con dificultad, entró en
la iglesia, y acercóse al altar, subió a la tarima
y dijo:
-Aunque el tiempo apremia, quiero deciros dos
palabras. Me siento feliz por hablar a buenos
cristianos en este día, en el que se celebra la
fiesta de Nuestro Señor Jesucristo en la
Eucaristía y la de María Auxiliadora, Reina del
((**It16.212**)) cielo.
íMaría, Auxiliadora de los pobres y Auxiliadora de
los hijos! Auxiliadora de los amigos y Auxiliadora
de los enemigos, Auxiliadora de los afligidos, de
los herejes, de los cismáticos, de los pobres
pecadores; en una palabra, Auxiliadora de todos,
porque esta buena Madre quiere convertir a todos.
Mas, para merecer su amor, hay que honrar al Hijo
y os indico ahora algunos medios para lograrlo.
Para ser queridos por El, hay que recibir a menudo
los sacramentos, comulgar lo más frecuentemente
posible y, cuando no se pueda, hacer la comunión
espiritual; además, oír la santa misa, visitar a
Jesús Sacramentado, asistir a la bendición, hacer
obras de caridad en honor de Nuestro Señor
Jesucristo, porque agrada al Señor que se
practique la caridad.
-Yo no dejaré de rezar por vosotros, y
vosotros, por vuestra parte, rezad por este pobre
sacerdote, por mis misioneros, por mis
huerfanitos, por todas mis obras. Pediré a Dios
que bendiga esta casa donde se hacen tantas obra
de caridad; rezaré por las religiosas y por todas
las personas que viven aquí, para que todas sean
buenas cristianas. Rezaré por todos vosotros a
María Auxiliadora, porque esta buena Madre quiere
interceder por todos nosotros y espero que nos
alcance ir a verla en el Cielo. Por una gracia
especial del Padre Santo, tengo la facultad de dar
una amplísima bendición a todos los que estáis
aquí reunidos. Esta bendición será para vosotros,
y también para vuestros parientes, vuestros
amigos, vuestros enfermos, porque son muchos los
que sufren; servirá también para todos los objetos
de piedad que tenéis con vosotros.
Entonces don Bosco, cruzando los brazos sobre
el pecho y bajando los ojos, pronunció una larga
fórmula de bendición, que terminó con una gran
señal de la cruz.
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