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nacidas de la nada, habían alcanzado gran
florecimiento. Comunicó que el objeto de su ida a
París era el de preparar el terreno para la
fundación de una casa en favor de la juventud
pobre y abandonada. Describió, por último,
sumariamente su método educativo, tendente a ganar
el corazón de los jóvenes y obtener, mediante el
afecto de éstos a sus maestros, que sean buenos y
cumplan su deber.
El Consejo le dio las gracias y le rogó
aceptara un donativo de mil francos. Don Bosco dio
las gracias y haciendo uso de su facultad
personal, que le había concedido el Padre Santo,
dio a los presentes la bendición papal, extensiva
a sus socios, a sus familiares y a sus obras. En
su honor, se cerró la sesión; y pasó después al
despacho del presidente, donde recibió a los
socios que deseaban hablarle aparte 1.
Como se aproximaba el día de la partida, urgía
llevar a cabo un compromiso aceptado hacía ya un
mes. Recordarán los lectores que don Bosco, al
recibir el donativo de un precioso anillo pensó en
una rifa. Se hizo ésta el día veintitrés por la
tarde, en el palacio del señor Faucher, hermano de
la condesa De Combaud. Fue una reunión
aristocrática, en la que tomaron parte muchas
nobles damas parisienses. La familia Faucher y la
Condesa hacían los honores de la casa. Don Bosco
entró en ella humilde y tranquilo, saludado' con
caballerosa cordialidad por la selecta asamblea.
Fue invitado él mismo para extraer el número de la
suerte. Esta le tocó a una rica dama española, que
había adquirido doscientos billetes y que puso
graciosamente de nuevo la joya en manos de don
Bosco. Antes de abandonar la brillante reunión,
dijo que pronto volvería a Turín, donde lo
reclamaban imperiosamente las exigencias de sus
obras, pero que dejaba el corazón en la gran
capital francesa, ((**It16.210**)) donde
se le habían dado tantas pruebas de fe, de piedad
cristiana y de sacrificio. Después de dar las
gracias con toda cortesía a sus huéspedes, bendijo
a los presentes, que, a continuación, lo rodearon,
hablándole con toda familiaridad, mientras se
encaminaba lentamente hacia la salida. Esta
reunión le resultó oportunísima para despedirse
decorosamente de la nobleza parisiense, que lo
había colmado de atenciones y beneficios.
Desde Versalles llególe a don Bosco, a través
de los condes de Masin, oriundos de los
piamonteses Masino, una invitación a la que no
podía negarse: los padres Eudistas querían que
fuera a su colegio el día veinticuatro, fiesta del
Corpus Christi, para celebrar la misa de las
primeras comuniones. Un contratiempo, la pérdida
del tren, le impidió desgraciadamente llegar a
tiempo para la misa de la Comunidad;
1 Véase Bulletin Salésien, mayo 1933 y
Apéndice, doc. núm. 39.
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