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en la sacristía, acompañado por la Superiora, a
quien preguntó qué intenciones deseaba presentar
al Señor en la celebración de la santa misa.
En la parte de la iglesia destinada al público
no quedaba ni un sitio libre, y fuera había muchos
coches particulares que impedían el paso en un
largo trecho de la calle. Estaba presente el padre
Labrosse, provincial de los Jesuitas. Hubo muchas
comuniones. Después de la misa se adelantó el
Siervo de Dios hacia las colegialas y les dirigió
una paternal exhortación, animándolas a vivir en
el temor de Dios, evitar todo lo que pudiese
desagradarle y especialmente amarlo.
-Amad a Dios, les dijo, al rezar, al cumplir
los deberes difíciles y al recibir los
sacramentos.
Tomó después un café con leche y fue luego a
decir una palabra a las alumnas externas, que eran
más de ((**It16.207**))
ciento.
-Vosotras, les recomendó, sólo debéis conocer
dos caminos: el de la escuela y el de la casa
paterna.
Le seguían por todas partes muchas distinguidas
personas, de suerte que la Superiora, que deseaba
hablar confidencialmente con él, no pudo hacerlo,
porque siempre llegaba alguno que se lo impedía.
Una alumna cojita, armándose de valor, fue a
pedirle que le enderezase el pie torcido desde la
infancia; pero el Santo la exhortó a amar a Dios
sobre todas las cosas. Había dado bendiciones por
todas partes, menos en la enfermería, adonde la
avanzada hora no le permitió subir.
-Bendigo a las enfermas, dijo a la Superiora,
mientras se encaminaba hacia la salida.
La buena Madre aludió a una intención suya que
le interesaba muchísimo. En el momento de subir al
coche la tranquilizó, prometiéndole que rezaría
por ella y por todas sus intenciones; pero se lo
dijo de una forma tan viva y cordial que la
religiosa entró en casa radiante de alegría.
Se lee en la crónica de la casa: <>. Una
exalumna recuerda todavía que las colegialas,
reunidas en la sala de recepción, escucharon
después de la misa sus palabras y luego, admiradas
todas de su santidad, intentaban acercarse a él
para hacerle palpar objetos devotos 1. Otra no
puede olvidar la celestial expresión con que
pronunciaba las dos palabras Bon Dieu. Y añade:
<(**Es16.179**))
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