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La Madre le presentó después a las alumnas del
colegito, sostenido por la comunidad, y
especialmente a una sobrina del doctor D'Espiney,
Gabriela Noirol. Don Bosco bendijo a todas,
augurándoles que llegaran a ser otras santas
Teresas; pero, con misteriosa ansiedad, fijó su
mirada sobre Gabrielita. Algunas señoras lo
advirtieron y pronosticaron que aquello era porque
la jovencita iba a vivir poco tiempo.
Efectivamente al poco murió.
Hubo también algo prodigioso en otro hecho. Una
joven deseaba hacerse religiosa, pero, como estaba
enferma de los pulmones, no se atrevía a esperar
una gracia tan grande. Las maravillas que se
contaban de don Bosco le animaron a hacer todo lo
posible por recibir su bendición. Un día asistía a
su misa, tal vez en la iglesia de San Sulpicio, y
había ya perdido toda esperanza de poder recibir
de sus manos la santa comunión ante la avalancha
de los que estaban para comulgar, cuando vio de
improviso que don Bosco alargaba la mano desde la
fila de los arrodillados en el comulgatorio hasta
la tercera fila, donde ella se encontraba, y que
le daba la sagrada hostia. Consideró aquello como
una señal de que el Señor le concedería suficiente
salud para poder abrazar la vida religiosa. En
efecto, ingresó en la Congregación de las
Benedictinas, como oblata, por no considerarla en
condiciones de poder soportar las austeridades de
la regla, prestó gran servicio a la comunidad en
el acompañamiento del canto gregoriano y, durante
siete años, hasta 1890 en que murió, edificó a las
hermanas con su fervor y su gran obediencia 1.
((**It16.194**)) Fuera
de la clausura, en el patio exterior del
monasterio se encontró don Bosco frente a una
multitud de desgraciados, que clamaban piedad y
suplicaban la curación para sí o para todos. El
caminaba y repetía:
-Tened fe... Rogad a María Auxiliadora.
A algunos les decía:
-Vosotros curaréis.
Casi se renovaba el espectáculo descrito en los
Hechos de los Apóstoles al paso de San Pedro. Una
de las relaciones que seguimos, concluye así:
<(**Es16.168**))
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