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((**Es16.164**) El director le presentó a las alumnas, manifestando su satisfacción al recibirlo en aquella iglesia, visitada por tantos ilustres personajes y hasta por el Papa Pío VII. Don Bosco respondió con pocas palabras y con la lentitud de quien traduce su pensamiento a una lengua diversa de la propia, y, además, como nota la cronista, con el acento propio de los italianos 1. Se oía su voz aquella mañana bastante bien. -No soy más que un pobre sacerdote, dijo. Estoy muy contento al verme en esta iglesia de San Sulpicio, donde siempre reina la fidelidad a todas las tradiciones de la fe y piedad cristiana; me alegro también al saber que el Papa Pío VII, de tan augusta memoria, vino a visitarla. Este recuerdo me encanta, porque Pío VII es salesianísimo por excelencia. Deseo que conservéis siempre la fe que tanto os anima, y que perseveréis en la fidelidad a la Iglesia Católica. Es un augurio no sólo para vosotros, sino también para vuestros parientes y amigos, para que todos podáis formar un solo corazón y una sola alma, según la palabra del Señor. Os auguro especialmente ((**It16.189**)) que guardéis siempre la verdadera riqueza, la única riqueza, la riqueza de las riquezas 2, la pura riqueza deseable y que debe adquirirse y guardarse por todos los medios posibles, el temor de Dios, sin el cual no se disfruta de la amistad de Dios, pero con el cual gozaréis de su amistad, aquí en el tiempo, para seguir luego gozándola en la eternidad. Y ahora, si guardáis en el bolsillo medallas, rosarios, crucifijos u otros objetos devotos, basta que los tengáis en la mano para que, en virtud de una especial concesión pontificia, queden indulgenciados cuando os dé la bendición. Don Bosco llamaba salesianísimo a Pío VII, porque este Pontífice había introducido en la Iglesia el culto de María Auxiliadora. Dio después una bendición especial a los niños que le presentaron las madres. La muchedumbre, embargada de reverencia, no se movió hasta que él desapareció. La cronista lo describe así: <>. 1 El ya mencionado historiador abate Mourret, que estuvo presente, escribe en una carta suya a don Agustín Auffray (París, 4 de mayo de 1931) que don Bosco silabeaba las palabras en un francés algo vacilante y con un dulce acento italiano. Una acta de la reunión reproduce, aunque algo retocado, el discursito del Santo. (Apéndice, doc. núm. 34). 2 Aquí la cronista señala la pronunciación y pone entre paréntesis ricesse (<>). (**Es16.164**))
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