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que le diera una bendición especial. Rezó con ella
el avemaría, la salve y después el oremus; por
último, dijo:
-Le deseo salud y santidad. Su vida es la cruz
y el sufrimiento... Confórmese únicamente con la
voluntad de Dios.
Las hermanas tuvieron que ceder a los
forasteros el turno para las audiencias, que
duraron hasta después del mediodía. Presentáronse,
entre otros, dos campesinas del departamento de la
Vandée que habían recorrido más de doscientos
cincuenta kilómetros para ver a don Bosco y
hablarle. Llegaron a París el día anterior por la
tarde y fueron al secretario del Santo, que las
envió a Grenelle. Allí estuvieron, desde las seis
de la mañana hasta las tres de la tarde, sin
probar alimento ni bebida. Fueron introducidas a
las tres y salieron radiantes de alegría.
Don Bosco comió allí al mediodía en compañía de
don Miguel Rúa, los secretarios, el padre Picard,
el abate Le Rebours, párroco de la Madeleine, un
Vicario General de Su Eminencia y otros 1. Debía
estar muy cansado, porque, en el momento
culminante de la comida, se durmió. Entonces el
padre Picard indicó a los comensales que callaran
para no despertarlo.
Despertó enseguida y, cuando terminó el
almuerzo, el Siervo de Dios visitó a la Madre en
su habitación. El padre Pernet se echó a sus pies
suplicándole que obtuviera la curación de la
enferma. Don Bosco se entretuvo diez minutos a su
cabecera y le dijo:
-Es usted demasiado útil a su Congregación para
irse ahora al paraíso.
Y dijo al Padre:
-Rece, haga rezar hasta el día dieciséis de
julio, fiesta del Carmen. Yo también rezaré y haré
rezar a mis Salesianos y a mis muchachos.
Acompañaron después a don Bosco hasta la
enfermería para bendecir a las hermanas enfermas.
Al despedirse, pidiéronle que diese una última
bendición ((**It16.182**)) a la
comunidad. Escribe la Hermana Manuela María:
<>.
El padre Picard se quedó y, al ver a las
Hermanas tan impresionadas,
1 Véase Apéndice. doc. núm. 33.
(**Es16.158**))
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