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lugar a otro, se va como en familia. Cada grupo
rodea a un profesor, sin bulla, sin ((**It16.169**))
alboroto, sin resistencia. Hemos admirado la cara
serena de aquellos muchachos, y tuvimos que
exclamar: Aquí está el dedo de Dios>>.
De la misma visita habló también Le Monde del
diecisiete de mayo, informando de un detalle
delicado, pero instructivo, de aquella
conversación de sobremesa. Un asuncionista
preguntó a don Bosco, a qué lamentable influencia
había que atribuir la falta de perseverancia, que
se advertía en la mayoría de los muchachos, tan
cristianamente educados por el celo incansable de
los Hermanos; pues, en efecto, era conocido que
sus alumnos descuidaban en general las prácticas
religiosas al llegar a mayores. Don Bosco
contestó:
-Este grave inconveniente procede de que, en
Francia, los muchachos no tienen suficiente
contacto con el sacerdote y, por tanto, no se
confiesan con frecuencia. Las almas juveniles
necesitan experimentar en el período de su
formación los beneficiosos efectos de la dulzura
sacerdotal. Viviendo bajo este influjo desde su
tierna edad, recuerdan más adelante la paz, que
disfrutaban después de las absoluciones
sacramentales y, dado el caso que se entreguen a
los humanos descarríos, saben acudir siempre en
demanda de auxilio a los amigos de su infancia.
Esta es la razón por la que en Italia los hijos
del pueblo perseveran en general más que en
Francia.
Don Bosco había llegado a casa de los
asuncionistas en un momento muy oportuno.
Estudiaban ellos por entonces el proyecto de
publicar un gran diario católico, que pudiese
alcanzar la máxima difusión por toda Francia. La
atrevida iniciativa no encontraba la aprobación de
algunos, por lo que el padre Bailly, que había
lanzado la idea, y el superior, padre Picard,
titubeaban sin atreverse a decidir. Ahora bien,
don Bosco que, en obras de esta índole, era el
hombre de la osadía, animó a los Padres a
arrostrar la empresa. Preguntó si contaban con
dinero y escritores; y, como le contestaran que
sí, dijo:
-íPues bien, id adelante!
Tan eficaces fueron sus estímulos que el día
dieciséis de junio apareció el primer número de
((**It16.170**)) La
Croix, que cuenta ya medio siglo de vida vigorosa
y fecunda 1.
1 La Croix, día 1.° de diciembre de 1934: <>Iba este diario a conocer la suerte de
tantos otros? >>Lo sostendrían los católicos?
>>Tendría, desde sus primeros números, la garra
necesaria para conquistar la simpatía del público?
Dudas perturbadoras. Una palabra, un gesto del
Bienaventurado (don Bosco) las solventó. Había que
ir adelante y saltar con atrevimiento a lo
desconocido>>.
(**Es16.148**))
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