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>>Será un lapsus memoriae de don Bosco? >>Será
una equivocación del secretario, en la que don
Bosco no se fijó, por limitarse sólo a leer el
diálogo? Dado que no se puede poner en duda el
testimonio del abogado Boullay, aquí se ha
cometido ciertamente un error, sea quien fuere el
responsable.
No se puede afirmar que la entrevista quedara
sin efecto. Es opinión fundada que, más adelante,
el poeta multiplicaba las profesiones de fe
teísta; pero también se sabe que, en su entorno,
se trataba de quitar importancia a todas sus
manifestaciones de esta naturaleza. Esto sucedía
especialmente cuando se levantaba de la mesa. Pero
tan pronto como abría la boca para expresar
semejantes pensamientos, su yerno Lockroy, judío,
cuyo verdadero nombre era Simón, el mismo que más
tarde fue Ministro de Marina, le contradecía en
seguida y le decía:
-Vamos, vamos; ya empieza a delirar el viejo.
Fue convicción de muchos que si, en su última
enfermedad, hubiera ido personalmente el cardenal
Guibert, en vez de enviar a su secretario para
tantear el terreno, hubiera obtenido mucho más;
pero parece que tampoco él gozaba de mucha salud.
Con muy buenos modos, no dejaron pasar al
secretario; el enfermo no se hubiera portado así
con él, sino que, halagado por el honor, palabra
tras palabra, se habría dejado tal vez llevar más
allá de su desnudo teísmo. Pero éstos ((**It16.163**)) son
arcanos de la gracia, que el hombre no puede
escudriñar. En cuanto a la entrevista con don
Bosco, estamos de acuerdo con un periódico
francés, en el que, mientras revisamos las pruebas
de imprenta de este capítulo, leemos casualmente
que <> 1.
íCuántas situaciones anónimas, cuántos casos de
conciencia debieron someterse al examen y al
juicio de don Bosco durante su estancia en París!
íCuántos matrimonios civiles logró legalizar ante
la Iglesia y cuántos embrollos de distinto género
arregló, especialmente entre personas
pertenecientes a las clases más elevadas y más
cultas de la sociedad parisiense!
Por el bien de las almas, afirmó él en alguna
ocasión, tuve que preocuparme de muchísimos casos,
un centenar de los cuales era de tal importancia
que habría valido la pena emprender un viaje hasta
París para cada uno de ellos.
1 Revue des Deux Mondes, 15 de mayo de 1935,
pág. 348.
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