((**Es16.141**)
Yo quiero que se estudie a fondo este punto y
después, si me lo permite, volveré a hacerle otra
visita.
Después de hablar de otras cosas, me estrechó
la mano y, al salir, me dejó una tarjeta de
visita, en la que leí estas palabras:
VICTOR HUGHES 1.
Volvió la tarde siguiente, a la misma hora, y
tomando a don Bosco de la mano y teniéndolo
(<>, apretado) le dijo:
-Yo no soy el personaje que (tal vez usted ha
creído; fue una broma), he hecho un esfuerzo para
representar (el papel del) incrédulo. Yo soy
Víctor Hugo (sic) y le ruego se digne ser mi buen
amigo. Yo creo en lo sobrenatural, creo en Dios y
espero morir en manos de un sacerdote católico,
que encomiende mi espíritu al Creador 2.
Esta segunda visita fue precisamente aquélla de
la que nos ha hablado el señor Boullay. Qué día
tuvo lugar la primera, quizás no lo sabremos
nunca; pero tenemos una narración de don Bosco,
que confirma la realidad de la cuestión. La hizo
en Alassio, mientras iba del comedor a su
habitación después de cenar, a algunos sacerdotes
salesianos y don Bartolomé Fascie, actualmente
Consejero General de la Congregación, entonces
seglar y profesor en el colegio. Estando don Bosco
en París, le sucedió que una noche estuvo con una
familia, hasta después de las once, y volvió a
casa cansadísimo. Pero ípobrecito! había todavía
gente que lo esperaba. Mientras se dirigía a su
aposento, se esforzaba por persuadir a aquellos
señores que se caía de sueño, pero como si hablara
a sordos. Después de dirigir, según pasaba,
algunas palabras a cada uno, cuando parecía que
todo estaba arreglado y abrió la puerta de su
habitación, vio de repente que se adelantaba una
sombra desde un rincón; era un anciano, que se
metió tras él y se sentó a un lado del diván. Se
conversó, se razonó, se discutió, hasta que, medio
muerto de cansancio, el Santo comenzó a dormitar.
((**It16.161**)) El
importuno le tiraba de vez en cuando de la manga y
repetía:
-íEscuche, escuche!
Pero don Bosco dobló la cabeza y la apoyó sobre
el hombro sin dar señas de escuchar. Aquel señor
no se atrevió a sacudirlo, sino que se mantuvo
quieto en aquella posición y también se durmió. De
improviso, sin quererlo, se inclinó hacia el lado
opuesto, perdió el equilibrio y se dejó caer sobre
el brazo del diván, y don Bosco, al perder su
apoyo, cayó sobre él.
1 Antes de VICTOR está la llamada #. Lo que
sigue es la añadidura con tinta azul que hemos
dicho; las palabras entre corchetes están con
tinta negra y son posteriores, del mismo Lemoyne.
2 En el documento sigue al diálogo un
comentario posterior de don Carlos Viglietti.
Según él, Víctor Hugo tuvo <> un discurso en el Senado sobre la
necesidad de la enseñanza de la religión; pero es
un anacronismo, cuya responsabilidad se remonta al
Bollettino de junio de 1883. La verdad es que
aquel discurso lo pronunció el año 1850.
(**Es16.141**))
<Anterior: 16. 140><Siguiente: 16. 142>