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recogió ((**It16.155**)) su
libro y mantuvo la palabra, si bien hasta cierto
punto. Cuando a primeros de junio suscitó el duque
de Broglie la cuestión del Manual ateo ante el
Senado, el Ministro de Instrucción Pública, señor
Ferry, reconoció que Pablo Bert <>, habiendo introducido en la
nueva edición tales correcciones que ya no había
nada en el libro que contraviniese lo dispuesto
por la ley en torno a la enseñanza. En realidad
las variantes eran notables. Pero quedaban
intactos los capítulos que elogiaban la revolución
francesa, sus conquistas, sus obras, sus
acusaciones contra los reyes, contra la nobleza,
contra los antiguos regímenes y, especialmente,
contra el clero. Ya no había en él blasfemias
contra el nombre de Dios; pero quedaban muchas
calumnias contra sus ministros y las cosas
sagradas. De todos modos, el famoso autor había
justificado con su revisión las censuras de la
Autoridad Eclesiástica 1.
Quien conozca, aunque sea someramente, las
ideas de Pablo Bert sobre el laicismo de la
enseñanza, se habrá sorprendido al enterarse de lo
que hemos narrado. Se mantuvo el secreto de todo
esto probablemente hasta 1886, cuando murió Pablo
Bert sin recibir los sacramentos, no porque él los
hubiese rechazado, sino, según se dice, por
intrigas de los que lo rodeaban. Entonces, pues,
pudo parecer útil, para aminorar el escándalo,
manifestar lo sucedido entre el difunto y don
Bosco. Pero en cuanto al hecho en sí, conviene
tener presente que Pablo Bert, además de hombre
político y de partido, era también hombre de
ciencia. Como profesor de fisiología en la Sorbona
y después en el <> había contribuido
muchísimo, desde la cátedra y con los escritos, al
progreso de su ciencia; se ocupaba, además, con
apasionamiento, pero racionalmente, de los
problemas pedagógicos. Por eso, nos inclinamos a
creer que tuvo cierta curiosidad científica por
conocer a don Bosco y que la cuestión del manual
en principio no fue mas que un simple pretexto
para tener un intercambio de ideas y ((**It16.156**)) la
oportunidad de estudiar al hombre; lo que sucedió
después demuestra una vez mas la eficacia
sobrehumana de la palabra de don Bosco.
Más difícil de esclarecer fue la sombra de
misterio que envolvía la segunda de las
audiencias, es decir, la de Víctor Hugo, que
cuando se conoció, pasó por toda la prensa y hasta
por libros de apologética.
Algunas circunstancias, que acompañaban a la
primitiva narración, la hacían aparecer algo
inverosímil; además, hubo otras afirmaciones de la
señora Juana Richard Lesclide, viuda del que fue
secretario
1 Véase Unit… Cattolica, 8 de junio de 1883.
(**Es16.137**))
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