((**Es16.132**)
-Pues bien, también yo iré a cumplir mi deber;
a confesarme y a comulgar.
Efectivamente fue. La señora no cabía en sí de
entusiasmo, después de la entrevista ((**It16.149**)) tenida
con don Bosco, cuya santidad ponía por las nubes
apud amicas et vicinas (ante amigas y vecinas). Y
Dios la bendijo. El día fijado para el término de
las oraciones, compareció su hijo ante el tribunal
y, mientras otros compañeros suyos fueron
condenados, él fue absuelto y puesto en libertad.
Después, los tres, no satisfechos con dar gracias
a Dios en París, fueron a Turín el día veinte de
junio, casi como para cumplir un voto y a la vez
dar gracias en el santuario de María Auxiliadora.
Otro caso. Un señor, muy elegante, fue a
pedirle un consejo; pero don Bosco le cortó la
palabra, diciéndole a quemarropa:
-Vaya a cumplir con Pascua.
El caballero, ya en plena ancianidad, algo
desconcertado con aquella interrupción, quería
acabar de expresar su pensamiento, pero don Bosco,
con acento dulce e insinuante, le repitió:
-Vaya a cumplir con Pascua.
Intentó aquél, por segunda vez, continuar su
discurso y don Bosco insistió:
-Vaya, vaya a cumplir con Pascua.
El interlocutor, algo resentido, procuraba
tomar una actitud fríamente cortés, intentando
decir lo que quería, sin que don Bosco cesase de
repetir su cantilena, acompañada de una mirada y
una sonrisa tales que, finalmente, la mágica
palabra caló en aquel corazón. De golpe, conmovido
hasta las lágrimas, declaró que en la amonestación
de don Bosco descubría un rasgo de la Providencia,
que venía a reanudar una larga cadena de gracias
interrumpida desde hacía ya muchísimos años. Sin
demora, se acercó, al día siguiente, con toda su
familia a recibir los santos sacramentos.
>>Y quién puede saber cuántas confesiones oyó
el mismo don Bosco durante las infinitas
audiencias? Un señor, que había llevado a su
hermana a París, fue con ella a visitar a don
Bosco y, no sabemos por qué, quiso confesarse,
aunque estuviese allí presente la hermana.
Cuando él terminó, también la hermana se echó a
los pies de don Bosco para confesarse y comenzó a
acusarse en alta voz. En vano intentó el Santo
interrumpirla, diciéndole que la Iglesia no
permitía a las mujeres confesarse ((**It16.150**)) en
aquel lugar y que no podría darle la absolución:
ella, levantando todavía más la voz, contestó:
-Dios le ha dado el poder de perdonar los
pecados en cualquier lugar de este mundo.
(**Es16.132**))
<Anterior: 16. 131><Siguiente: 16. 133>