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don Bosco podía estar en casa Sénislhac; pero que
era difícil saber a ciencia cierta dónde se
encontraba.
-Don Bosco es inasequible, siguió diciendo la
señora. Sale a las siete de la mañana y no vuelve
hasta después de las once de la noche, rendido de
cansancio... Pero deje el asunto en mis manos.
Puesto que usted tiene una notificación
verdaderamente importante para él, yo lo arreglaré
todo. Venga mañana a las siete. Yo le pondré un
coche de dos plazas solamente. Usted subirá a él y
durante una media horita podrá conversar con él
cómodamente. Es el único medio para pillarlo.
Además, tendrá la ventaja de que; por la noche,
vuelve medio muerto, tanto que ya no puede hablar
ni escuchar. Así, pues, hasta mañana.
El padre Mocquereau fue puntualísimo: a las
seis y cuarto ya estaba allí. El portero le hizo
entrar en su cuartito, y allí estuvo en ansiosa
espera, con los ojos clavados en la escalera; no
se atrevía a subir tan temprano hasta la señora de
Combaud. Después de unos diez minutos, durante los
cuales se encomendó sin parar a los santos
Angeles, he aquí que de pronto apareció el ama de
llaves de la casa, que iba a buscarlo para
acompañarle a las habitaciones de la dueña de
casa. Su primer pensamiento al subir fue
preguntarle si, de acuerdo con lo prometido,
habían avisado a don Bosco la noche anterior, de
que él iba a acompañarle en el coche.
-Llegó a media noche, contestóle ella, y no fue
posible decírselo.
Estas palabras lo turbaron, ante la duda de que
don Bosco o el secretario hubiesen concedido este
favor a otro.
A las siete apuntaron nuevos peligros. La dama
de compañía de una Marquesa vino a decir que su
señora enviaba un coche para don Bosco, porque
quería tener de este modo un recuerdo del Hombre
de Dios. Un cuarto de hora después, llegó una
Condesa y se puso a hablar ella también sobre el
coche, pues deseaba que fuese santificado con la
presencia del nuevo San Vicente de Paúl. El
benedictino, alarmado, elevaba con más fervor sus
invocaciones al Angel Custodio.
((**It16.140**)) Y no
tardó en ser escuchado. El ama de llaves, que se
había escabullido durante las discusiones por el
asunto de los coches, reapareció triunfante y le
dijo:
-Padre, está convenido con don Bosco que usted
irá con él y con su secretario en el coche de la
Condesa tal. Es cosa prometida.
Hacia las ocho menos cuarto, entró en la sala
para anunciar que don Bosco estaba a punto de
salir de su habitación. En efecto, pocos minutos
después, apenas se asomó, érale presentado el
monje. Se
(**Es16.124**))
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