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preguntó si había rezado un padrenuestro en honor
del santo Job para obtener la paciencia. La
señorita sonrió y le presentó para que los
bendijera dos paquetes, que contenían doce docenas
de medallas, uno para ella y el otro para su
compañera de armas. Pero don Bosco le dijo:
-Don Bosco ya no tiene ni una. >>Podría
tomarlas de aquí?
-íSí, sí, padre! Tome las que quiera, contestó
dejándole los paquetes sobre la mesa, para que se
sirviese de ellas en las audiencias.
-Ya verá cómo todavía le quedarán, le aseguró
él.
Pero la predicción no se cumplió, porque, al
final, no quedaron más que los envoltorios de las
doscientas ochenta y ocho medallas. A pesar de
todo, las dos religiosas no se quedaron sin nada;
porque había un paquete que la señorita Sénislhac
había hecho para todas ellas. De lo que sacó la
señorita Bethford esta óptima moraleja: <>.
Hasta aquí nos hemos servido casi
exclusivamente del diario de casa Sénislhac;
hablaremos ahora de algunas audiencias especiales,
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concedidas en casa de Combaud o en otros lugares.
Se iba un poco a la caza de don Bosco por todas
partes; por eso, uno de los medios que empleaba la
señorita Bethford para despejar la casa Sénislhac
era notificar a dónde iría después a celebrar el
Siervo de Dios. En el palacio de Combaud algunos
se escondían en las dependencias próximas a su
habitación para esperarlo al paso cuando salía a
primera hora. Esto suponía evidentemente la
complicidad de la servidumbre, que favorecía a los
visitantes y que, como es natural, encontraba en
ello su ganancia. En efecto, una vez que don Bosco
salió de París, un antiguo criado, que estaba de
servicio en la antesala, se presentó a la señora
y, como cuenta hoy su hija, le dijo:
-Lo siento mucho, señora Condesa, pero le pido
licencia para marcharme.
->>Marcharse? >>Le han hecho algún agravio?
>>Quiere aumento de sueldo?
-No, de ningún modo, señora Condesa. Todos me
tratan bien aquí y yo no pretendo nada. Sólo he de
decirle que ya he hecho mi fortuna y no necesito
trabajar para vivir.
Evidentemente, gracias a la generosidad de los
visitantes de don Bosco, había recibido lo
suficiente para redondear sus ahorros 1.
1 Bulletin Salésien, marzo de 1930.
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