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la alta sociedad y muy conocida en París, pero no
permitió que se publicase su nombre. Decía que
había obtenido de don Bosco la curación de una
persona muy querida y quería darle las gracias. A
las palabras de agradecimiento añadió una
cuantiosa suma de dinero y su anillo nupcial, joya
de mucho valor, que llevaba engarzado un
brillante, grande como una avellanita y rodeado de
ocho brillantes más.
Don Bosco pensó rifarlo en seguida. Se lo
comunicó a la señora de Combaud y la misma Condesa
se encargó de organizar la rifa, y la institutriz
de sus hijas dio vueltas cada tarde por la sala de
los visitantes despachando billetes entre los
grupos de aristócratas.
El día veintiséis por la tarde había dos coches
de lujo que esperaban en el patio la salida de don
Bosco. Uno era del señor de Saint-Phalle, a cuya
casa debía ir a cenar el Siervo de Dios; el otro,
de un enfermo que vivía en las inmediaciones de la
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estación del norte. Aquel día cortó don Bosco las
audiencias a las ocho. El hijo de los Saint-Phalle
no veía la hora de acompañarlo a su familia,
reunida hacía seis horas para recibirlo; pero él
no dio muestra alguna de preocuparse por ello,
antes al contrario, con toda calma, le dijo que
iría a su casa dentro de poco, después de visitar
a aquel enfermo.
Poco antes de que don Bosco bajase, se
encontraba en la sala esperándole una pequeña
sordomuda, llegada del campo de los alrededores de
París y acompañada por dos mujeres parientes
suyas. Las pobrecitas se quejaban porque faltaba
poco para la salida del tren.
-No somos ricas, decían, y no podemos hacer dos
viajes y sacrificar dos jornadas.
Las guardianas enternecidas las habían hecho
pasar y las habían visto hacía poco salir
radiantes de alegría, porque don Bosco les había
dicho:
-La niña hablará, cuando sus dos hermanos hayan
ingresado en la Orden dominicana.
Y vea ahora el lector una muestra de las
escenas que sucedían. Poco después de las dos de
la tarde del día veintisiete se presentó la
marquesa de Bouillé con una tarjetita del cura
párroco de la Madeleine, rogando a las señoritas
le obtuvieran que don Bosco hiciese una visita a
un niño enfermo, hijo y nieto respectivamente de
dos de los Bouillé caídos en 1870 en Patay 1,
defendiendo en el cuerpo de los zuavos la bandera
del Sagrado Corazón. En las sangrientas jornadas
de Patay, del día dos al cuatro de diciembre, los
exzuavos pontificios,
1 Lugar de la derrota del ejército en el
departamento del Loira por los alemanes
(2-XII-1870) (N. del T.).
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