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CAPITULO V
EN PARIS: AUDIENCIAS
LAS audiencias de don Bosco en París fueron
calificadas de regias, pero de una realeza
desconocida en los palacios de los soberanos,
porque se concedían a todos, pequeños y grandes,
pobres y ricos, y no sólo algún día, sino hasta la
víspera de su salida 1. Hemos hablado de ellas en
general, como de un indicio para formarse un
juicio sobre los agasajos tributados a don Bosco
en la capital francesa; vamos a ver ahora más
detalladamente cómo se efectuaban y presentaremos
algunos casos especiales llegados a nuestro
conocimiento.
El diario de la señorita Bethford nos permite
asistir a las recepciones de la tarde en la casa
Sénislhac. Para conseguir en ella que las cosas
marcharan en debida forma, necesitaban las dos
centinelas, que, como ya hemos dicho, vigilaban
las entradas, una cautela acompañada de cierta
energía; lo cual resultaba sobre manera difícil,
cuando, como sucedía las más de las veces, había
que impedir el paso a personas aristocráticas, a
hombres de elevada posición social o a sacerdotes.
El día veintiuno de abril se presentaron dos
sacerdotes, que tenían toda la buena voluntad de
eludir la consigna, haciéndose introducir por la
puerta del descansillo, en lugar de tomar su
obligado número de orden. Uno, el abate Sire de
San Sulpicio, actuó diplomáticamente. Le ((**It16.129**))
acompañaba una señora, que se ofreció a substituir
a la guardiana en su oficio; pero la otra adivinó
la intención y le agradeció la interesada
cortesía. El segundo se presentó con una
marimacho, inventora de un fusil, que quería se lo
bendijera don Bosco, entrando directa e
inmediatamente bajo la égida del abate protector;
pero tuvo que ir a pedir número y esperar su
turno.
Pero toda regla tiene sus excepciones, y las
dos guardianas vigilantes de las puertas sabían
concederlas oportunamente. En el diario de la
Bethford se lee en la misma fecha: <(**Es16.115**))
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