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de don Bosco y que se pudieron conservar, hemos
encontrado algunas, que, a cinco años de
distancia, confirman la santa simpatía que
despertó en 1883 en París. Madame LachŠze escribía
desde Angers, el día cuatro de febrero de 1888, a
don Miguel Rúa: <((**It16.125**))
tuvimos la dicha de verle en París, en casa del
señor de Franqueville, y consideramos aquel día
como el más feliz de nuestra vida. Yo tenía
intención de enviarle cien francos para sus obras,
con el ruego de obtenerme la curación de mi hija
enferma, desde hace tiempo. El llorado Padre está
ya en el Cielo a no dudarlo y rogará por ella.
Envió a usted esta limosnita, reverendo Padre, y
le pido muchas oraciones. Hemos encargado se
celebre una misa, como usted recomienda en su
circular recibida ayer por la tarde, en favor de
nuestro buen Padre. No la necesita, pero puesto
que era éste su deseo, resulta siempre grato
ejecutar lo que él quería>>.
Desde Trouville-sur-mer, escribía el día nueve
de febrero la señora A. Mérigant al mismo don
Miguel Rúa: <>Quisiera usted tener la bondad de enviarme un
objeto que le haya pertenecido, como un trocito de
ropa blanca o de los vestidos usados por él?>>
Tiernísimas son las expresiones de la maestra
Luisa Roy, una de las conquistas hechas por don
Bosco en París. <((**It16.126**)) de la
paz, que hoy disfruta mi conciencia; por esto, su
pérdida es para mí algo muy duro. Me faltan
palabras para expresarle mi profundo dolor. todo
el mes de enero, viví con la esperanza de su
curación y rezaba con mis alumnas por él. Dejaba
de un día para otro el escribirle, esperando el
día primero de
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