((**Es15.88**)
-Pues es necesario que me hables. Tengo que ver
a tus padres, >>y qué consuelos les puedo
proporcionar?
-Consuelos los tendrán. Que continúen rezando,
sirviendo a Dios y a la Virgen María. Yo estoy
preparando la felicidad de ambos.
-íRezar! Ya no hay necesidad de hacerlo por ti.
Sabemos que eres feliz. >>Por qué quieres que tus
padres continúen hasta cansarse haciendo oración?
-Con la oración damos gloria a Dios.
->>Por qué no haces una visita a tus padres que
tanto te aman?
->>Por qué quiere saber lo que Dios se ha
reservado para sí?
Dicho esto desapareció.
Don Bosco hizo resaltar que Luis permaneció
todo el tiempo con la cabeza descubierta.
En el año de 1883, en la noche del 30 de
agosto, don Bosco tuvo un gran sueño que
reseñaremos a su tiempo. Le pareció encontrarse en
una espaciosa sala entre numerosos amigos que
habían pasado ya a la eternidad. Uno de ellos como
de unos quince años, de celestial belleza y mas
resplandeciente que el sol, se le acercó: era
Luis. En un viaje rapidísimo le hizo ver al Beato
la herencia espiritual reservada a los Salesianos
de América; los sudores y la sangre con que
fecundarían aquellas tierras y la prosperidad
material de las mismas.
El 15 de octubre pidió a Lemoyne una copia de
este sueño para enviarla a Tolón. <((**It15.90**)) lo
quiere traducido al francés, lo que procuraré
hacer inmediatamente>>.
Escribiendo después al Conde el 11 de febrero
de 1884, le decía: <>.
Es interesante lo que, en 1884, le sucedió al
Beato en Orte. Regresando de Roma el 14 de mayo,
hubo de parar en aquella estación unas cuatro
horas.
Era de noche; en la sala de espera intentó
dormir en un sillón, pero no lo conseguía. Y he
aquí que vio ante sí a Luis mientras desaparecían
de su vista todos los demás objetos. Don Bosco se
levantó y fue a su encuentro diciéndole:
->>Eres tú, Luis?(**Es15.88**))
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