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((**Es15.731**) P. D. Agradezco vivamente las preciosas Pastorales que me envía, las cuales se leen públicamente entre nosotros con mucho agrado. H Rvmo. y queridísimo Monseñor: Su última carta es un tesoro para mí y me pone en claro muchas cosas que yo planteaba muy diversamente. Siempre creí que el T. B. (elasio) obrase no sólo de acuerdo, sino en nombre de V. E. Rvma. Por dicho motivo, yo aceptaba con la máxima facilidad a todos los que se me presentaban, ya que yo no he hecho nunca distinción entre servir a nuestra Congregación y a la Diócesis de Vigevano. Ahora me atendré a las cosas o, mejor, a las normas que me sugiere. Usaré cierta reserva para comprometerme; pero, tras un coloquio habido en el T. B., podemos concluir que, en adelante, todo cuanto se refiera a los seminaristas pasará antes por manos de V. E. Le doy nota aparte sobre los seminaristas, diocesanos suyos, de los que V. E. me dirá lo que juzgue mejor en el Señor. Un sonoro y vigoroso bofetón no podía hacerme más daño que el veto que han dado para la facultad de bendecir la conocida Capilla 1. Diré con V. E.: ípobre A.! Pero pobre Diócesis y desgraciado quien deba estar en sus manos. Recemos. Le agradezco el apoyo que nos asegura como siempre ha hecho en el pasado. Por su parte, V. E. debe considerar las casas de nuestra Congregación como totalmente suyas y servirse de ellas sin reserva alguna en todo lo que pueda hacerle algún servicio. Déme su santa bendición y ruegue también por este pobrecillo, que humilde pero afectuosamente le será siempre en J. C., Turín, 7 octubre 1878. Humilde servidor y amigo, JUAN BOSCO, Pbro. ((**It15.860**)) I Queridísimo y Rvmo. Monseñor: Durante la semana pasada, regresaron nuestros Clérigos desde la villa Santa Ana, adonde habían ido a pasar dos meses de vacación. Al pasar lista, comprobé que había entre ellos algunos desconocidos y eran: Antonioli, Ferrari, Gatti y Luis Secondo. Llegaron al Oratorio, cuando yo estaba en Castelnuovo de Asti. Don (Julio) B(arberis) les mandó sin más al campamento con los otros clérigos. Me duele la sorpresa. He hablado con ellos y me parecen buenos; pero todos llevan ropa de verano y sin esperanza de poderse proveer para el invierno; de pensión, nada. Todos dicen que quieren ser Misioneros, pero son flores de un día. De todos modos, he hablado claro con el T. Belasio, diciéndole que todo seminarista que pertenezca a la diócesis de Vigevano no puede en modo alguno ser aceptado en el Oratorio, si no es con el beneplácito y la autorización escrita de su Ordinario, y esto se observará por conveniencia y por deber, ya que así lo prescriben los Sagrados Cánones. Respecto a los que ya están aquí, si le parece, yo les atiendo este año; haré que 1 Véase vol. XIII, págs. 597 y ss. (**Es15.731**))
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