((**Es15.73**)
Por lo que a él hace, solía repetir:
-Hablad como queráis de don Bosco, para mal o
para bien, con tal de que vuestras palabras
cooperen al bien de las almas.
El Siervo de Dios decía esto porque no ignoraba
dos cosas, a saber, que, al hablar de su obra, se
allanaba el camino para salvar almas y que, para
hablar de sus obras, había que hablar de su
persona, que tanto se identificaba con ellas. Por
tanto, dejaba hacer y sólo intervenía cuando sabía
que se faltaba a la verdad. Así, cuando supo que
un tal Du Boys atribuía a su familia <> 1, nos cuenta don Julio
Barberis que enseguida corrigió:
-No, no, íeran pobres!
Así se expresó también en una conversación a la
que tuvo la fortuna de asistir el que esto
escribe, en el mes de septiembre de 1887 en
Valsálice. Un salesiano, de la entonces Polonia
austríaca, citaba una biografía en alemán, no
recordamos si era original o traducida, en la que
se le atribuía un origen burgués. Don Bosco
respondió animosamente:
-Hay que escribirle y decirle que se corrija...
Hay que escribir...
Escribe.
Pero el enemigo del bien no dormía. El Radical,
periódico del más fanático anticlericalismo, en su
número del 9 de junio, volvió a la carga con un
artículo furibundo contra las casas salesianas de
Francia, incitando al Gobierno a cerrarlas de una
vez y expulsar a los Salesianos. Porque su
Fundador era ((**It15.73**)) un
farsante, que se atribuía milagros; que el fin de
sus instituciones era sugestionar a los muchachos
para hacerles emprender la carrera eclesiástica, a
despecho de sus familias, y enviar después a
América a los alistados en el ejército; que sus
socios eran una chusma de pobretones, que llegaban
sin un céntimo de la pobre Italia a Francia para
aprovecharse; que todos juntos eran una mala ralea
de frailucos, en parte curas improvisados a
despecho de las leyes canónicas y, en parte,
clérigos o seglares harapientos o desertores; con
una gran piedad exterior para engañar a los
ingenuos y una vida privada llena de vicios; que,
de primer intento, habían recibido unos cuantos
muchachos gratuitamente para pregonarlo a bombo y
platillo y así recoger limosnas; que, luego, so
pretexto de mala conducta, eran despedidos para
sustituirlos por otros de pago; que los alumnos
eran tratados bárbaramente, castigados a golpe de
palmeta,
1 ALBERT DU BOYS, Dom Bosco et la pieuse
Société des Salésiens. París, Gervais, 1884. Dice
precisamente: <>.(**Es15.73**))
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